6.24.2006

La seguridad: una ilusión

Siempre han existido los asaltos y robos, especialmente en las ciudades más grandes, donde no todos son conocidos y es imposible controlar a quienes circulan por ella. En los últimos tiempos, sin embargo, la televisión y los medios informativos sensacionalistas otorgan grandes espacios a dar a conocer, caso a caso, tragedias que antes pasaban inadvertidas. Además, la drogadicción y las grandes desigualdades sociales contribuyen a aumentar la audacia de algunos, que son capaces de ingresar en pleno día a las casas para robar artículos de valor o dinero. Si son menores de edad, como es frecuente, no arriesgan mucho castigo y ellos lo saben por lo que se ponen cada día más transgresores.

La seguridad en las casas y oficinas se trata de lograr con alarmas y todo tipo de prevenciones. Muchos adquieren seguros para el auto, para la casa, para todo lo que les ocurra. Si bien en algunos casos esta es una buena forma de recuperar lo perdido, no es menos cierto que el susto, los malos ratos y el riesgo de sufrir, son imposibles de evitar. En el caso de otros seguros, los de salud, de accidentes, de vida, sirven para compensar materialmente algunos problemas cuyas secuelas no pueden mitigarse de ninguna forma .Estos sólo ayudan a superar momentos que podrían ser aún peores.

La inquietud por la seguridad abunda en esta sociedad en que algunos intentan resguardarla encarcelando a medio mundo y otros, creando un Ministerio o implementando políticas sociales que son un buen aporte pero no la solución total. Hasta los aparatos de seguridad más importantes del planeta han sido burlados por los delincuentes y terroristas. Basta citar los casos de las Torres Gemelas y del asesinato de John Kennedy.
La tranquilidad con que muchos vivimos no es más que una ilusión, algo inexistente, una defensa de la mente que hace posible disfrutar a ratos de la vida y evitar el estrés. Después de todo, la única certeza que tenemos desde el momento en que nacemos es la de nuestra propia muerte, que es sólo una forma de completar un ciclo natural que cada uno cree que nos lleva a estados diferentes, según las propias convicciones religiosas o filosóficas.

6.18.2006

Un seguro para canosos

Cuando se ha pasado la barrera de los 35, cumplir años en este país, constituye un peligro y debería crearse un seguro especial para canosos, que les permitiera continuar trabajando en lo que les gusta hacer y entregar sus talentos para beneficio de la sociedad. Y digo 35, sin exagerar, porque esa es la edad límite preferida por quienes anuncian en los periódicos las contrataciones a nuevos cargos.

En Chile, la experiencia se deshecha y cada nuevo gobierno o administración de empresa, vuelve a comenzar y a cometer los mismos errores que otros habían superado con la práctica en el ejercicio del cargo. Y si a los de cuarenta puede ser difícil obtener un nuevo trabajo, al adulto mayor le es prácticamente imposible.

Peinar canas en este país sólo sirve para constituirse en el cliente preferido de las farmacias o de las agencias de viajes. A los adultos mayores se les condena a hacer manualidades y a viajar en temporada baja, cuando los demás no quieren ir a las playas porque no hay sol.

Resulta difícil a quienes han desempeñado cargos de responsabilidad o desarrollado su intelecto, vivir la relegación que esta sociedad impone a la tercera edad, a la cual no sólo se le impide sentirse útil produciendo su propio sustento sino se le traslada al sector de los trastos viejos donde sólo puede hacer recuerdos de tiempos idos y dedicarse a “pasarlo bien”, según los cánones de los jóvenes que diseñan esos programas. Por eso no les queda más alternativa que hacer gimnasia al compás de la música electrónica en vez de los boleros y jugar a ser un incapacitado mental que sólo puede hacer manualidades.
Los únicos que se salvan de este destino son los emprendedores. Los creativos que tienen la fuerza para luchar contra la corriente que los arrastra a la inutilidad cuando aún se sienten vitales y podrían aportar a este país en el que se cometen tantos errores.

6.05.2006

Paridad y factor humano

Mucho se discute en los medios de comunicación sobre la conveniencia de impulsar la paridad de acceso al trabajo y a los cargos de mayor responsabilidad. Opiniones hay para todo. Hasta existen mujeres que se oponen a la discriminación positiva, lo que recuerda a aquellos pobladores de extrema pobreza que votan por partidos de élite.

Más allá de cualquier teoría al respecto, es conveniente detenerse a pensar cómo actuamos en la realidad social de Chile. Sólo de esta forma se puede comprender la verdadera naturaleza del problema.

Durante años, por ejemplo, en las empresas públicas y privadas del país, han funcionado los clubes de Tobi. Esos que, con cualquier pretexto, se reúnen de noche en restaurantes u otros locales para tratar problemas de trabajo que podrían solucionar, con mayor concentración y claridad mental, en su oficina a primera hora de la mañana. ¿Para qué lo hacen de esta forma? Tal vez porque sienten la necesidad de mantener espacios exclusivos que reemplacen aquellos que en épocas primitivas tenían en sus funciones de caza.

Si hay mujeres en altos cargos, a las que deban citar a estas reuniones, que a veces derivan en celebraciones más privadas, el programa de trabajo nocturno terminaría para siempre y con ello muchas oportunidades de echar más de una canita al aire, placer al que les cuesta renunciar, después de vivir por años en una cultura que no sólo se los permitía sino también se los fomentaba.

Por otra parte, las complicidades entre personas de un mismo sexo, que se entienden a veces hasta sin palabras, existen desde siempre. Las mujeres si son jefes, muchas veces prefieren formar equipo con sus pares y lo mismo sucede con los hombres. Es muy posible por lo tanto que si el jefe es un hombre, como hoy sucede en la mayoría de los casos, nunca contrate como su brazo derecho a personas del sexo contrario. Además, en la cultura machista que prevalece hasta hoy, ellos creen que sus pares pueden hacerlo mejor que las mujeres y algunos hablan en forma peyorativa de que los planes de trabajo femeninos son como “listas de compras”.

Si eligen mujeres, generalmente para trabajos de menor rango, las prefieren jóvenes y bonitas. Junto a un antiguo jefe de una revista, viví la experiencia de seleccionar una periodista. Tuve que discutir bastante para que se fijara más en la calidad de su trabajo que en las condiciones físicas. A él le interesaba principalmente que sus medidas se aproximaran al anhelado 90-60-90, para “ mejorar el paisaje”, sin importar mucho cuán bien escribía.

Si añadimos a situaciones como la anterior que para elegir a alguien para un cargo se prefiere al conocido, al de la misma edad y sexo no es raro que se perpetúe la realidad actual.

También resulta difícil imaginar que un hombre prefiera contratar a una mujer para un cargo de igual rango que el suyo, por la ancestral costumbre machista de que es él quien manda. Y como, actualmente, la mayoría de los jefes pertenecen al género masculino, las posibilidades de que una mujer llegue a un puesto alto en una organización es tan fácil como la que tiene de alcanzar la luna.
Por éstas y muchas otras razones culturales largas de enumerar, si no se produce una discriminación positiva, pasarán muchos años antes que las mujeres logremos tener las mismas oportunidades que los hombres. El proceso en forma natural es muy lento, según se ha podido comprobar en estudios sobre el tema.

6.01.2006

Evolución de la prensa femenina: el difícil despertar de la bella durmiente.

Las mujeres constituyen, según el Censo 2002, un poco más de la mitad de los chilenos. De ellas, un tercio son jefes de hogar y casi se ha duplicado en los últimos diez años, el número de las que han pasado por la educación superior. [1]Sin embargo, aún hay quienes creen, con o sin razón, que se les puede mantener en calidad de bellas durmientes o en estado vegetal, como se diría ahora, a la espera de un príncipe que solucione sus problemas. La droga para lograr este sopor se canaliza, en parte, a través de los medios de comunicación que, con el fin de acrecentar la publicidad que los sustenta, les entregan contenidos adormecedores y las mantiene entretenidas con una promoción cada vez más abundante de productos de consumo; dietas para adelgazar, muchas veces innecesarias; comentarios sobre la vida privada de nobles o artistas; y la teleserie de turno.
Leer o escuchar estos contenidos no hace ningún daño a quienes están en estado de alerta y saben los intereses que se mueven tras ellos, pero pueden convertir en marionetas a quienes no los conocen e invierten su tiempo y energía en aplicar todo lo que se dice o recomienda en la publicidad o en los artículos más livianos.


A veces, incluso, puede llevar su salud a límites inconvenientes. No es casual, por ejemplo, que la anorexia se produzca casi exclusivamente entre las mujeres y en años que coinciden con una fuerte promoción de los regímenes alimenticios.
El “sueño de la bella durmiente” es una dolencia que no sólo las afecta a ellas, porque mientras se dejan llevar por temas intrascendentes, en su entorno la vida sigue desarrollándose sin su aporte. Y mientras este tipo de mujeres está preocupado de “qué le pasará al personaje principal de la telenovela”, el príncipe que espera para sacarla de su encantamiento parte, como Mambrú, a la guerra donde sea que ésta se lleve a cabo.
Las periodistas, por el rol social que les asigna esta cultura, están bien preparadas para entregar a los medios de comunicación contenidos trascendentes que ayuden a despertar a las personas que aún no lo hacen. Las relaciones humanas y el desarrollo personal, por ejemplo, son campos muy valorados por el sexo femenino y contribuyen a formar una sociedad más comprensiva y pacífica. A juicio de los expertos, ellas pueden contribuir a crear una cultura de paz, tan valorada en estos tiempos en que el mundo vive en torno a la guerra.
Aunque el rol de los medios de comunicación masiva no es educador, algunos de los temas que estos debaten interpretan las inquietudes sociales que, después de algunos años, se incorporan a la educación formal.
El periodismo puede informar, entretener y colaborar a la construcción de una sociedad mejor y menos guerrera, con mejores relaciones al interior de las familias, de la pareja, de las empresas y de toda la sociedad.
Esto depende, en parte, de la actitud que asuman las profesionales de la prensa, quienes podrían en este sentido determinar una meta común y luchar por alcanzarla.
Conscientes del problema y con una finalidad clara, ellas pueden poner énfasis en estos tópicos que, como son de gran atractivo para los lectores, cumplirían a la vez con el fin de la industria publicitaria que financia los periódicos, al capturar un público para promover sus productos.
Las revistas de hoy no tienen razones para ser productos “light” o poco inteligentes. Todo lo que se escribe puede ser entretenido, ya que esto depende más del tratamiento y de la vigencia de los temas que de estos en sí mismos.
¿Pueden las mujeres periodistas aportar a la sociedad algo distinto de lo que entregan los hombres?¿Es posible que masifiquen un periodismo para sus congéneres más digno del nivel al que éstas han llegado? O ¿seguirá predominando una visión machista que destina a la mujer un rol menor, en que los comentarios de la vida privada de los famosos, el consumismo y las recetas para obtener un marido deben ser el centro de su pensamiento?
Hay algunos que creen también que las mujeres de hoy no necesitan publicaciones diferentes a las de los hombres y que los periódicos femeninos sólo existen porque canalizan una publicidad segmentada, que satisface los intereses económicos de las industrias y promueve el consumo.
Cualquiera sea la respuesta a estas interrogantes, el tema merece un análisis.




Al Ritmo de la Tradición
La primera discusión, al tratar este tipo de temas, es si se considera que hombres y mujeres tienen roles sicológicos naturales diferentes o si la sociedad se los ha impuesto, materia sobre la que se ha escrito mucho. De ahí provienen las distintas corrientes de pensamiento sobre qué deben o no deben hacer ambos. Aún persisten las opiniones más conservadoras que excluyen a la mujer de su rol público y la relegan a la casa en exclusividad. Otros piensan que no importa que trabaje, siempre que no abandone los “deberes del hogar”, exigencia que no se le hace a ningún hombre. Y un tercer grupo cree que ambos deben incorporarse al campo del trabajo y, también, a las labores domésticas. Las tendencias más avanzadas señalan que:
“Las preguntas sobre la naturaleza de las relaciones entre los sexos y la manera como se construyen y perpetúan esas relaciones han sido un punto de partida para entender que el significado de lo femenino y lo masculino; lo que cada uno puede hacer o se espera que haga; la manera como se distribuye el prestigio; las ocupaciones, las habilidades y hasta las inclinaciones; los roles que cada uno cumple, son construcciones sociales.” [2]
“La mayoría de estas diferencias son producto de la sociedad y desafían los planteamientos de la sicología tradicional que durante mucho tiempo ha puesto el acento en el estudio de las diferencias individuales.” [3]


De acuerdo a lo que piensan los especialistas anteriores, las diferencias psicológicas entre mujeres y varones son, en un sentido general, artificiales: “el sexo no es una categoría natural basada en diferencias esenciales entre hombres y mujeres...Es una proeza de la imaginación y de la industria. Esto implica laboriosos esfuerzos para transformar hijos varones y mujeres en adultos masculinos y femeninos".
Según este punto de vista, la forma en que cada uno considera lo qué es un ser femenino o masculino, ejerce una influencia determinante sobre la manera en que cada uno se ve a sí mismo, actúa y organiza su vida cotidiana. En esta realidad, la sociedad en que vivimos relegó durante muchos años a la mujer a permanecer dentro de la casa y la obligó a sentir que estaba destinada sólo a la crianza de los hijos, dejando al hombre “puertas afuera” con el rol prioritario de proveer los bienes para mantener esa estructura. Separó así al padre de su importante misión afectiva y doméstica en la que habría compartido el placer de una relación permanente y estrecha con sus hijos y su pareja. Además, al ser ellos quienes definían el rumbo de la vida pública del país, les traspasó el poder de conducir el destino de la sociedad, a un futuro que, por las características que asigna a su educación, es esencialmente guerrero.
Cada cultura determina, según los estudiosos, qué es femenino o masculino, más allá de lo que los seres sienten como propio de su naturaleza. Esto se puede constatar en las parejas que se atreven a asumir lo que prefieren hacer sin aceptar presiones sociales, lo que es cada vez más frecuente. Ellas, en forma natural, pueden llegar a ser “el maestro chasquilla” de la casa, mientras él cocina y cuida a los niños.
¿Por qué deberían hacer roles impuestos por otros, en vez de escoger aquello para lo que son más hábiles?
Según algunos especialistas en el tema, “los hombres se han reservado para sí el desempeño de aquellas tareas más importantes para el funcionamiento social, especialmente en la medida en que éstas implican el control sobre los demás aspectos de la dinámica social. Así, la economía, política, legislación, religión, educación, etc., han estado siempre en manos del hombre o bajo su supervisión. Igualmente, los varones han desarrollado una serie de mecanismos conducentes al mantenimiento y perpetuación de la situación descrita. Estos mecanismos han consistido, fundamentalmente, en el fomento para los hombres y el impedimento para las mujeres de una serie de aptitudes, intereses, valores y rasgos de personalidad, y viceversa; así como en la difusión, a través de las instituciones sociales, de los dos conjuntos de rasgos estereotipados, masculino y femenino, de tal manera que los niños y niñas vayan aprendiendo los rasgos que se consideran propios de su sexo. Paralelamente, se desarrolla una serie de mecanismos de control judicial, reforzamientos sociales, castigos, etc., que favorecen el aprendizaje en cada sexo de su rol”. [4]
A juicio de ciertos expertos, culturalmente se determina que los hombres son más inteligentes y tienen más fuerza que las mujeres a quienes sólo les interesa la estética, lo social y lo religioso. Se atribuye al hombre el poder para dominar y a la mujer la dependencia y la afectividad. Se atribuye al género masculino una necesidad sexual mucho mayor que la del femenino, por lo que se pide a las mujeres comprensión para la infidelidad de estos.
“Los resultados de las investigaciones que han intentado averiguar si esos dos conjuntos de rasgos estereotipados corresponden en la realidad a lo que son los hombres y mujeres y sus respectivos comportamientos, han mostrado, en líneas generales (dada la enorme diversidad de comportamientos, aptitudes y actitudes comprendidas), que los hombres y mujeres se adecuan bastante, en la práctica, a lo que determinan las prescripciones sociales como propio de su sexo. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones han mostrado también que esa correspondencia entre las prescripciones sociales y la realidad se debe, fundamentalmente, a variables socioculturales y no a determinantes de tipo biológico.” [5]
El estudio de los roles sexuales como tema de investigación se generó en la mitad del siglo veinte, época en que comenzaron también a preocuparse de la mujer como objeto científico. Grandes cambios sociales, económicos, políticos y psicológicos se produjeron con la revolución industrial. La ciencia también avanzó muy rápido en ese momento. Antes, las opiniones al respecto eran personales y tenían un origen religioso, filosófico o supersticioso.
La investigación, actualmente, tiene una terminología especial muy precisa en sus conceptos, lo que permite una buena comunicación entre los investigadores. También existen teorías sobre la forma en que se adquieren los roles sexuales dentro de las diferentes culturas. Existe un enfoque biologicista que pone énfasis en la relación entre la estructura anatómica y fisiológica y las diferencias en la conducta humana.


La teoría psicoanalítica, por su parte, pone el acento en la influencia de la figura de los padres del mismo sexo en los hijos del mismo sexo, mientras que la del aprendizaje social en como la observación, el modelo, los premios y castigos, sirven para adquirir determinadas formas de actuar. Por último, la teoría cognitiva observa los caminos de la socialización infantil después que se les define como varón o hembra.
Al observar detenidamente los roles sexuales se llega a la conclusión que estos no sólo varían en cada pareja humana, sino también en las sociedades, según la raza, la clase social e incluso la región geográfica, lo que anula definitivamente una posición rígida referente a lo que “debe hacer” el hombre o la mujer. Por lo tanto, también desaparece la obligación de escribir temas que sólo interesen a uno de los sexos o pedir a los periodistas, hombres y mujeres, que aporten lo naturalmente masculino o femenino en sus escritos.
Si a esto agregamos que la tendencia de los países más desarrollados es compartir el ámbito doméstico y el del trabajo lo más equilibradamente posible, podríamos determinar que caminamos hacia un mundo en que ambos sexos actuarán en lo público y en el hogar, con cierta igualdad, distribuyendo más justamente que hoy, la carga de trabajo.
Desde este punto de vista, no se justificaría un material periodístico específico para hombres y mujeres en una sociedad futura, en nuestro país, aunque tal vez sí en el momento actual, ya que por cultura se mantiene las diferencias aprendidas.




¿Celeste o Rosado?
Más allá de la discusión sobre si las diferencias psicológicas entre hombres y mujeres son o no naturales, éstas existen aún en nuestro país, porque se enseñan desde que los pequeños nacen y visten, por primera vez, de rosado y celeste.
Hasta a un niño puede parecerle absurdo que aún se le impida jugar con muñecas cuando ve a su padre mudar o pasear en coche a su hermano. También, las niñas pueden pensar que es extraño que no les regalen nunca un auto a pedales, ni de otro tipo, cuando su mamá conduce el suyo. Son cosas de hombres y de mujeres, en esta sociedad tan contradictoria, donde la realidad supera los prejuicios pero mantiene las costumbres.
Las diferencias psicológicas de origen cultural entre los sexos se notan también en el periodismo chileno y las usa la publicidad para lograr sus objetivos.
“A lo largo de los años, los medios de comunicación se dieron cuenta de la importancia que tiene la mujer para vender un servicio o producto. Por ello, tanto la publicidad como los artículos, reportajes e incluso programas televisivos están enfocados a ganar, especialmente, la atención y la preferencia de la mujer. Fue así como a mediados del siglo pasado empezaron a surgir revistas y programas en la radio, dirigidos única y exclusivamente al público femenino. Sin embargo, dichos medios de comunicación informaban a la mujer sólo de cuestiones vanas y fomentaban la creencia de creadores de movimientos artísticos e intelectuales, quienes argumentaban que la mujer era un ser de cabellos largos e ideas cortas. En otras palabras, la mujer era vista como una consumidora que debía estar al día para satisfacer a los hijos y al esposo”.[6]
Son muchos los estereotipos que las revistas femeninas han fomentado y, algunos bastante dañinos, que han trascendido hasta nuestros días. Según la misma fuente anterior, uno de ellos es la imagen de que, “a través de cientos de artículos, este tipo de revistas invitan a la mujer a ser bella para que pueda conseguir al príncipe de sus sueños y, peor aún, dan a entender a toda mujer que si no retienen a sus hombres, es precisamente porque no tienen un físico y un cuerpo adecuado”.
Estos conceptos difundidos por los medios de comunicación son responsables de muchos casos de anorexia y bulimia, trastornos que sufren mayoritariamente (90%) las mujeres.
El poder de la letra de imprenta, que avala una moda, angustia a lectoras incautas mientras mantiene muchas industrias que viven de promover productos y remedios para adelgazar.
“Existen análisis complementarios centrados en los valores sociales referentes a la condición femenina que incluyen la autopercepción de la mujer y su dependencia de los modelos culturales por los que adapta su cuerpo en términos de dimensión y peso a las normas imperantes. Un análisis comparativo muestra que mientras crece dramáticamente la cifra de mujeres anoréxicas, también lo hacen los artículos y la publicidad relacionados con el tema en las revistas femeninas. De hecho, las revistas femeninas promueven los regímenes dietéticos diez veces más de lo que lo hacen las publicaciones destinadas a los hombres”.[7]
Ideas Claras y Periodismo Compatible
Cuando trabajamos en los medios de comunicación, sabemos que normalmente los avisadores quieren mandar sobre lo que escribimos, en especial si son grandes empresas. De esta forma, es posible hacer que un periodismo aportador, más acorde con lo que las lectoras gustan leer y las periodistas quieren escribir, choque con los intereses económicos de quienes se mueven detrás de la publicidad. Sin embargo, creo que aunque no se logre el nivel deseado, es mucho lo que se puede hacer dentro de los medios informativos para otorgar una mejor calidad al periodismo. Lo importante es tener claro el objetivo que perseguimos como profesionales de la información y no darnos por vencidos en nuestros propósitos.
Buscar la confrontación con los avisadores no es lo mejor, pero tampoco lo es renunciar a lo que creemos de interés para nuestras lectoras. También ellos necesitan que las revistas se lean, y hay temas trascendentes que atraen mucho a las mujeres. Y cuando hablo de trascendentes, no me refiero a la política nacional e internacional con toda la importancia que esta tiene, sino a un ámbito que, por educación, influencia cultural y cualquier otra razón misteriosa, se define como más propio de la mujer: el desarrollo personal y las relaciones humanas. Estas dos áreas, que determinan en gran medida la felicidad de los individuos y el éxito en la vida, influyen en el desarrollo de las empresas y la preservación de la paz mundial. Sin embargo, son consideradas como secundarias por muchos hombres, culturalmente formados para la competencia y la guerra. Por ello, le asignan un espacio en los medios informativos, muy inferior al fútbol, desde luego, remitiéndose a páginas consideradas “femeninas”.


La educación aún no ha integrado estos tópicos en el currículum regular de la enseñanza básica, media o universitaria. Sólo se acude a ellos cuando los conflictos ya están en proceso, para analizar por qué el joven se droga, fracasa en los estudios o es un rebelde empedernido. También los analizan en las empresas cuando las relaciones laborales están muy malas. Igualmente se acude a estos si los matrimonios están ya a punto de separarse. No hay prevención, información de desarrollo individual ni colectivo. En otros países existe una vasta y valiosa literatura escrita por psicólogos, psiquiatras y otros especialistas que podría iluminar las mentes de las personas en conflicto y evitar las catástrofes. La realidad es que pocos las conocen y normalmente las han leído en los medios de comunicación.
En este sentido, el periodismo escrito por mujeres y el dedicado a éstas ha comenzado una labor que, a mi juicio, no debe interrumpirse sino incrementarse. Mi experiencia es que este tipo de artículos, junto con aportar al buen desarrollo humano, gusta mucho a la mujer chilena, por lo que indirectamente beneficia a los avisadores al subir los índices de lectura.
Como éste, hay muchos otros temas que es tarea de las mujeres periodistas poner en el tapete mientras pasa el tiempo necesario para que los hombres los valoren masivamente y se unan a la construcción de una sociedad más pacífica.
Educar para el buen consumo, por ejemplo, puede ser mucho mejor que hacerlo para el consumismo. Y esto no se contrapone con una buena publicidad, como se demuestra en países más avanzados que el nuestro. En un sistema de libre mercado, el consumidor debe asumir su rol para que éste funcione bien. Esto pasa por una educación general al respecto, la que en Chile aún es incipiente, mientras en las sociedades más desarrolladas tiene una importancia decisiva.
En Europa y Estados Unidos, entre otros, existen numerosas revistas que informan sobre calidad, precios y otras materias, que permiten hacer elecciones acertadas de lo que ofrece el mercado.
Hasta el puzzle y el horóscopo, dos de las secciones más leídas en las revistas de cualquier tipo, pueden orientarse a un pensamiento más positivo y enseñar lo que no se aprende en el colegio.
Los temas culturales, de entretención y, tantos otros, que no están necesariamente al servicio de la publicidad, deben proliferar. Especialmente aquellos que inciden en crear una sociedad más respetuosa de los demás, de su posibilidad de pensar distinto y de tantos aspectos que, en definitiva, demuestran el verdadero desarrollo de los pueblos.
Seguramente como periodistas deberemos hacer compatibles los intereses sociales con los de las empresas que financian las publicaciones. Esto no significa entregarnos a su causa sin luchar por elevar los contenidos que determinarán, en parte importante, el pensamiento y la actuación de las mujeres y sus familias en el futuro.
No debemos olvidar que los temas que elegimos para escribir en los medios de comunicación constituyen parte importante de la realidad que la gente conoce finalmente, dando forma a la opinión pública.










La Paz Nuestra de Cada Hora
Según autoridades de alto nivel mundial y representantes de diferentes corrientes ideológicas, una de las áreas en que la mujer y, por qué no la periodista, debería aportar un contenido propio a la comunidad es en la promoción de la paz, un tema tan sensible en la actualidad. Esto sería para contrarrestar la posición guerrera del hombre, ancestralmente educado para esta acción.
Existe un mito griego que deja en evidencia la actitud del hombre y la mujer frente a la guerra. Éste narra que se hizo un concurso para poner el nombre de la capital de Ática. Se congregaron doce jueces para decidir qué cosa era más útil de las presentadas por cada uno de los competidores: “Fue Atenea la que resultó victoriosa, al ser considerado más valioso haber plantado olivos. La rama de oliva es símbolo de la paz y símbolo de la Diosa Atenea y representa la actividad tradicional de las mujeres del lugar: plantar olivos (donde abundaban) y símbolo de la actitud pacífica femenina de la sociedad matriarcal, frente a lo ofrecido por Neptuno que había dado un golpe en el suelo del que hizo salir un caballo (símbolo de la guerra, actividad de varones en esa época y de la actitud guerrera de la sociedad patriarcal). La victoria de Atenea provocó la ira de Neptuno / Poseidón y tuvo consecuencias nefastas. Para calmar a Neptuno, Cecrops, padre de Atenea, tomó la decisión de castigar a las mujeres. Entonces, para desagraviar al Dios se impuso a las mujeres los siguientes tres castigos: a) se les quitó el derecho de votar; b) se prohibió que en adelante los hijos llevaran el nombre de sus madres (matrilinealidad), y c) se les despojó del título de ciudadanas, de manera que quedaran reducidas a ser meras esposas de los atenienses.”[8]
Muchos representantes de alto nivel de instituciones y religiones diversas opinan que la mujer posee aptitudes que promueven la paz y le asignan una función en este sentido.
“Las guerras nacen en la mente de los hombres; es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz. Las mujeres adhieren, con menos facilidad que los hombres, al mito de la eficacia de la violencia y pueden aportar una amplitud, una calidad y un equilibrio de visión nuevos, con miras al esfuerzo común que supone pasar de una cultura de guerra a una cultura de paz”.[9]
“Se reconoce cada vez más que (las mujeres) tienen aptitudes y experiencias que les permiten hacer una contribución en todas las etapas del proceso de paz.”[10]
“La mayor parte de lo amoroso y la ternura queda unido a la mujer, y pasa a definir lo femenino. Lo masculino queda relacionado con la función de lucha contra las adversidades del mundo externo, así como son tareas netamente masculinas la caza y la guerra...[11]
“..Deseo dirigir mi mensaje a las mujeres, pidiéndoles que sean educadoras para la paz con todo su ser y en todas sus actuaciones: que sean testigos, mensajeras, maestras de paz en las relaciones entre las personas y las generaciones.! “[12]


“¡Si todas las mujeres del mundo se decidiesen a construir la paz! Si ellas jamás se omitiesen en esta ingente tarea que la pareja humana debería llevar a cabo: el sueño de la paz, acariciado por todos y todas, seguramente llegaría a convertirse en realidad palpable, mucho más rápidamente...Milenios de ideología patriarcal (es decir, unilateral) fueron milenios de guerras casi interminables. El desequilibrio del mundo, quién sabe, sea el resultado de la exclusión de las mujeres de los niveles de decisión”...[13].

La Media-Educación
El problema de los roles asignados es bastante más antiguo de lo que imaginamos. Mientras logramos determinar si lo que quieren que hagamos coincide con nuestras mayores aptitudes individuales, podemos ejercer lo positivo que se nos ha inculcado por generaciones como algo propio: promover las buenas relaciones humanas y la paz.
Contribuir a formar la mente de los seres humanos para su propia conservación, desarrollo y una vida más grata puede ser una tarea importante para el periodismo. Si bien el rol de esta disciplina no es educador, existen momentos en que la información y la educación se acercan tanto que es difícil establecer una frontera entre ambas. Se educa cuando se da a conocer a través de un medio masivo de comunicación la aparición o recrudecimiento de una enfermedad, sus causas y sus formas de prevención.


También cuando se da a conocer una película o una exposición de arte contando sus orígenes, la historia del autor y el movimiento al cual pertenece. Esto, sólo por dar dos ejemplos simples.
En mi variada experiencia en el campo periodístico, me he dado cuenta que son múltiples las informaciones con contenidos educativos que incluyen los periódicos. Estas abren un espacio de conversación pública que, después de imponerse en la sociedad como algo necesario de ser aprendido, rescata la educación regular. Me tocó vivir esta experiencia en el campo de la ecología, donde inicié en los años setenta la difusión, a través de la revista del Domingo de El Mercurio, de temas de conservación de la naturaleza que ahora se incluyen en los libros de estudio de enseñanza básica y que, en ese tiempo, constituían una novedad de la que pocos sabían.
Formar conciencia de la necesidad de no juzgar al otro, sino comprenderlo en sus acciones, es algo impensable en las publicaciones periódicas de hoy, que destacan cualquier “caída” de las personas y de los personajes públicos, con el mayor escándalo posible, para despertar el morbo de la gente y aumentar los niveles de lectura del medio. Pienso que, pese a todo, podemos hacer algo para que esto cambie y también creo que hay formas más inteligentes de capturar lectores. Estas tienen que ver con cuánto les sirve el medio para solucionar sus problemas prácticos y también los más profundos y existenciales. Creo que la clave del éxito tiene mucho que ver, además, con la entretención e información que damos al público objetivo del medio, pero no puede quedarse sólo en eso.


Público Objetivo: Mujer Chilena
Definir cómo es la mujer chilena resulta ambicioso y prácticamente imposible, si se toma en cuenta la gran variedad socio cultural que existe y los contrastes de su educación. Las cifras pueden ayudar un poco a dilucidar el tema, pero el conocimiento que tenemos los periodistas, que determinamos lo que le gusta al público, es más bien intuitivo. Sin embargo, las publicaciones presentan a las mujeres de un modo determinado por los conceptos generalizados entre editores, en su mayoría, de sexo masculino.
Y ¿qué dicen los medios informativos sobre la mujer en Chile? “Primero que todo, que somos imágenes de portada por nuestros/sus cuerpos. Todas sabemos que una de las maneras de vender diarios, revistas o minutos en la televisión es mediante la cosificación del cuerpo femenino, convertido en objeto de deseo masculino. Luego, que somos imágenes y/o historias en las secciones de menos importancia al interior de los medios: espectáculos o páginas sociales. Aparecemos, entonces, como compañía de, como adorno o destacadas por atributos físicos, sin que se considere el aporte de las mujeres a la sociedad. Aparecen también los discursos en contra de las mujeres o claramente misóginos. En tercer lugar, que lo que nos interesa está contenido en secciones o especiales como son las páginas o suplementos femeninos, donde la realidad política y económica quedan fuera. Me detengo en este espacio "para las mujeres" que ha ido adecuándose a los cambios que hemos promovido y vivido las mujeres. Se orienten hacia mujeres del estrato socioeconómico alto o medio, siempre destacan la doble jornada - y la doble exigencia- de las mujeres: el trabajo y la familia.


Por un lado, se reconoce que estamos en el espacio público pero, por otro, se sostienen roles y visiones tradicionales, como la exigencia de la belleza, del buen vestir, de ser madre, enfermera, cocinera, economista, sicóloga y decoradora. En cuarto lugar - y en realidad es lo más importante, pero no por ello lo más evidente y visible-, que las mujeres no estamos. No somos parte de la jerarquía que se muestra y cuando lo somos, sospechosamente, lo que se dice de estas mujeres no está vinculado a la discusión pública sino a realidades privadas. Ejemplos repetidos son las preguntas a ministras, senadoras, diputadas, alcaldesas, generalas, acerca de cómo se las arreglan con la casa, las hijas e hijos, el aseo, la peluquería. O destacar aspectos secundarios de las mujeres en el poder, como su apariencia física o el gusto por determinadas prendas de vestir, cosas que jamás interesarían en caso de un hombre en estos cargos (imborrable recuerdo la lectura de foto de un vespertino que señalaba que las ministras del gabinete se distinguían ¡por usar minifalda!)”.[14]
La visión de las mujeres no corresponde mucho a la realidad de su vida ni de sus talentos, ni de su aporte a la comunidad.
“El verdadero avance de la mujer en la sociedad, sus logros y sus metas, no son visualizados en su verdadera dimensión. Excluidas por años de la representación como sujetos, regresan a ella como figura, como objeto: las imágenes y figuraciones del cuerpo femenino por sus excesos, han terminado por convertirla en la reina del Eros y en un gancho de la publicidad y el mercadeo”.[15]

Espejo de los Tiempos
La publicidad ha reemplazado, en muchas revistas con un público femenino, el espacio que antes dedicaban a temas de interés para las mujeres por avisos colocados en páginas derechas, las más leídas según las encuestas. Los artículos periodísticos, en cambio, en algunas de ellas están en letra muy pequeña y página izquierda, lo que demuestra cómo el periodismo es, cada vez más, un relleno dentro de estas publicaciones, mientras la publicidad es ahora lo principal. Y no es de extrañar que esto suceda.
Vivimos en un modelo económico distinto, cuya meta primera es hacer negocios en los cuales todos los procesos los manda y regula el mercado y los medios de comunicación son un reflejo de la realidad.
Cuando las mujeres estaban la mayor parte del tiempo en casa, las revistas hablaban de “labores” para que ellas hicieran para su familia, recetas de cocina y uno que otro cuento romántico, que las hacían soñar con que el amor ideal existía y un príncipe, como los de las películas de Disney, las despertaría a la vida con un beso y las llevaría al altar, con lo que solucionaría todos sus problemas.
Posteriormente, en los años sesenta, la mujer comenzó a luchar por sus derechos y por el ejercicio de una sexualidad más parecida a la del hombre. Entonces surgió la revista “Paula”, con artículos tan “audaces“ para esa época como los del uso de la píldora y otros sistemas de anticoncepción. Hoy, cuando la realidad femenina ha cambiado mucho, pocas creen en príncipes encantados y nadie se admira de casi nada.

Se ha entrado en un período de adormecimiento, en el cual lo más importante es comprar e informarse de los chismes de alto nivel, aunque eso no satisfaga en definitiva ninguna necesidad del alma. Se supone, o le conviene a los publicistas darlo como un supuesto, que las mujeres quieren pasar el rato, entretenerse y olvidarse de los problemas que, si tuviéramos otra actitud, tal vez podríamos evitar o solucionar en parte.
El resto de la lectura o de la información masiva está en publicaciones para todos los gustos que se dirigen al hombre, la familia, los aficionados al arte, la jardinería, las manualidades, etc.. En este momento se podría decir que existe menos periodismo femenino concebido en la forma tradicional y muchos periódicos de distinto tipo donde ellas también se informan .
¿Podemos las mujeres de esta profesión aportar algo diferente al periodismo o será éste uno de los muchos “productos light” tan en boga? ¿Necesitan nuestras lectoras un periodismo de un nivel mejor al que hoy existe? Dos preguntas diferentes que convergen en un tema común: periodismo y mujeres. Son éstas algunas de las interrogantes que he tratado de contestar desde un punto de vista personal y de estudiosos del tema.
El debate corresponde a todo el gremio y, seguramente, las respuestas serán muy variadas y aportarán el camino a seguir para nuestra y otras generaciones. Lo importante es discutirlo, pensarlo, decidir un camino propio y no dejarnos llevar por el medio que nos rodea. A lo mejor podemos contribuir, con un pequeño aporte, a la “humanización “ de todos y establecer una paz más duradera.
* Periodista, Licenciada en Comunicación Social, U. de Chile. Profesora Géneros Periodísticos en Escuela de Periodismo U. Santo Tomás
[1] Instituto Nacional de Estadísticas- “Síntesis Censal 2002”; Santiago-Chile, abril 2003. Disponible en www.ine.cl/cd2002/sintesiscensal.pdf
[2] Suárez de Garay, M.Eugenia. “Lo artificial de las diferencias”; Universidad de Granada, Granada-España, 1994. Disponible en www2.udg.mx/laventana/libr2/maru.htrul
[3] Hare-Mustin, Rachel T; Marecek, Jeanne. “Psicología y construcción de los sexos”; Textos Universitarios Herder; Barcelona-España; 1994.

[4] Moya Morales, Miguel. “Los roles sexuales”; en Gazeta de Antropología Nº3; Universidad de Granada; Granada-España,1984. Tesina. Disponible en www.ugr.es/rpwlec/G03-08Miguel_Moya_Morales.html.
[5] Moya Morales, Miguel. “Aproximación psicosocial de los roles sexuales”.Tesina; Universidad de Granada; Granada-España, 1984. Disponible en www.ugr.es/rpwlec/G03-08 Miguel_Moya_Morales.html.
[6] Rodríguez Zepeda, Sofía. “Medios de comunicación y estereotipos”. Instituto Nacional del Distrito Federal de México”; México D.F- México, agosto 2001. ww.inmujer.df.gob.mx/medios/articulos/ago01.html
[7] Rosenzvaig Roberto. “Anorexia y bulimia”; en La Tercera de la Hora ( suplemento “Mujer a Mujer”); Santiago-Chile, 10 agosto 2002.
[8] Cano F.; Martín. “Mitos que recuerdan el matriarcado”. Portal de e-leusis.net: "La Ciudad de las Mujeres en la Red"; 2000 (http://www.e-leusis.net/documentos.asp).

[9] UNESCO “ Manifiesto 2000”, Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer; Beijing-China, septiembre 1995.
[10] Annan, Koffi. "Las mujeres suelen ser las primeras víctimas de los conflictos armados". Mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas con ocasión del Día Internacional de la Mujer; marzo 2001.
[11] Borro; Dr. Carlos Enrique. “Apuntes acerca del retorno al matriarcado”. Antropología masónica. www.masonería-argentina.org.ar/simbolo/732001.htm
[12] S.S. Juan Pablo II. “La mujer, educadora para la paz”. Jornada Mundial por la Paz 1995.

[13] Ghisleni; Hna. M° Augusta (FSCJ), “Si todas las mujeres del mundo” ; en revista “Just Good Company”; 2000 (www.justgoodcompany.com/1.1/sitodastext.htm).
[14] Muñoz Castillo, Carolina. “Aprendiendo y enseñando periodismo desde la diferencia sexual”. En segundo “Encuentro de Facultades de Comunicación Social - Cono Sur”; Noviembre de 2002.
[15] Sélum Yabeta Roxana. “Imagen cuerpo y diferencia”; en Sala de Prensa; Año 3, volumen 2; mayo 2001. Web para profesionales de la comunicación iberoamericanos (www.saladeprensa.org).

Apagar el televisor ¿la única solución?

El barómetro de calidad de los noticieros centrales de la televisión chilena entregó los resultados de una medición de diez emisiones de cada informativo central de los canales abiertos, en un período de 10 semanas. Los resultados muestran que estos dedican prioritariamente su espacio a deportes (27,1%); policía (12%) y política (11,8%).

Lo que no se mide, o al menos no se difunde, es la forma en que se enfocan estos temas que, en vez de entregar informaciones globales de lo que ocurre en cada área, incluyen los últimos chismes de las estrellas del deporte, la política y lo más escabroso de los casos policiales. Tampoco se dice por qué temas tan importantes como salud, economía o consumo, entre otros, quedan fuera o poco representados en la pauta.

Una de las funciones de los medios de comunicación es encender conversaciones. Tal vez por eso, en los últimos años, el país se ha centrado en hablar los temas propios de un pueblo chico abandonando un enfoque de más alto nivel para los problemas. Posiblemente por eso hoy se comentan, durante horas, las rencillas entre los entrenadores de un equipo de fútbol, en vez de ocupar ese tiempo en fomentar o practicar deportes. También se disfruta criticando, desde el tibio living de la casa, lo que otros hacen para solucionar, en terreno, los problemas de la comunidad.

Los noticieros centrales figuran entre los espacios de mayor audiencia de la televisión. Por esta razón, son los preferidos de las empresas de publicidad para difundir los avisos de sus clientes.

Si estos subieran el nivel de lo que tratan, profundizando los grandes temas, e incluyeran otros aspectos, tanto o más relevantes que los que privilegian hoy, tal vez sería posible mejorar las decadentes conversaciones que se escuchan a diario y, como consecuencia, incorporar a los chilenos a acciones positivas para solucionar sus problemas.

Algo similar ocurre con el lenguaje que se usa hoy en pantalla, en el que abundan los localismos, las frases hechas y las sobrantes. Por un efecto de imitación, esta forma de hablar nivela hacia abajo a la sociedad entera. Los objetivos de la televisión, según la primera ley de 1970, eran afirmar los valores nacionales y la dignidad de la familia; fomentar el desarrollo de la educación y la cultura e informar objetivamente sobre el acontecer nacional e internacional.


¿En qué lugar del camino se diluyeron estos buenos propósitos y se transformó este medio en una forma más de comercio?


Un poco de historia

La televisión chilena se inició a fines de la década del cincuenta. Un público aún asombrado pudo seguir, poco más tarde, el Campeonato Mundial de Fútbol de 1962, en una pantalla en blanco y negro, con imágenes en movimiento. Antes de que ésta existiera se informaba y entretenía, principalmente, leyendo diarios o escuchando radios, por lo que la llegada de este nuevo medio fue todo un acontecimiento.

La televisión comenzó a funcionar en manos de las universidades y del Estado, a quienes se confió la misión de mantener los principios que la orientaban. Los privados no tuvieron acceso a la propiedad de los canales hasta 1990. Sin embargo, ellos financiaban los programas a través de la publicidad, porque no prosperó un aporte económico universitario.

En 1970, se dictó la Ley General que reguló su funcionamiento y cuyos objetivos principales eran los ya señalados. Ésta permitía la exhibición de publicidad pero con ciertos límites, que desaparecieron en 1977. Durante el periodo de auge económico, en 1980, los canales atrajeron más avisos, por lo tanto, más ingresos, aumentando la influencia de los privados en este medio. Algunos dicen que eran canales universitarios financiados por particulares.

La ley de televisión de 1989 les permitió, finalmente, acceder a la propiedad de los canales de televisión a las personas jurídicas de derecho público o privado constituidas en Chile y con domicilio en el país. Desde entonces, los capitales extranjeros también pueden participar, pero sólo como parte de su propiedad.

A partir de los ’80, la TV cambió la distribución de la inversión publicitaria que la década anterior encabezaba la prensa escrita. Según cifras del 2004 proporcionadas por la Asociación Chilena de Agencias de Publicidad (ACHAP), este medio concentraba el 49.1% de las inversiones publicitarias, seguida por los diarios con 29,4%, radios con 8.2%, vía pública 6.7%, revistas 3,5%, TV cable 1,7% y on line con 1,0 %.


El rating

Medir el éxito o el fracaso económico es propio de un negocio y, desde que la televisión pasó a serlo, perdió de vista su misión social, en la cual se le asignaba un rol en pro de la familia, la cultura y similares. El centro de la mirada pasó a estar, desde ese momento, en la producción de dinero por sobre cualquier otro objetivo.


Atraer a los avisadores depende directamente de la sintonía. Por los espacios más solicitados se cobran mayores precios y, por lo tanto, estos constituyen una buena posibilidad de obtener recursos económicos. Pero ¿cómo comprobar qué espacio es mejor para avisar o qué tipo de noticias vende más? Ante esta interrogante se hace indispensable contar con un instrumento que proporcione cifras concretas de teleaudiencia.

Las agencias de publicidad requieren tener información con qué hacer sus estrategias de medios. Sólo así pueden construir argumentos de venta para sus clientes ¿Dónde avisamos? ¿Qué programa preferimos? son algunas preguntas que requieren respuesta. Y se necesitan antecedentes sólidos para responder a los clientes y orientar su inversión. El rating surge como una solución a este problema, aunque algunos piensan que no es representativo de la realidad. Esta medición se obtiene con el People Meter, un aparato que contiene una pequeño receptor digital computarizado que se conecta a poco más de trescientos hogares elegidos (algunas familias por cada grupo socioeconómico).

En cada hogar escogido existe un "aparato principal" y varios "esclavos", que reciben la información y la envían a éste que, a su vez, la deriva a la central de información. Desde ahí llegan los datos procesados a cada canal de TV suscrito, en aproximadamente un minuto. Este sistema reemplazó al cuadernillo que debían llenar las familias seleccionadas y tiene la capacidad de medir, on line, la cantidad de personas que ve el programa en un determinado momento.

Una vez que se han recabado los resultados, se obtiene un promedio que da el rating. Para que un programa tenga éxito, debe tener un puntaje promedio con que se aseguran los patrocinadores.

Los canales de TV necesitan autofinanciarse. Dependen, por lo tanto, de la publicidad y los auspicios. Como consecuencia, la programación está determinada por el juicio de quienes la diseñan, a partir del rating posible del programa, y por los avisadores, que definen su inversión según éste. Por eso, los canales otorgan tal importancia a obtener uno alto y, en ocasiones, descuidan el contenido de sus programas ya que la mayor sintonía no siempre es signo de buena calidad.

El sistema sería más justo si todos tuviéramos un people meter en nuestro televisor, pero eso no es más que una utopía. Dependemos, por lo tanto, de lo que ven unas pocas familias que, según algunos sociólogos, no son representativas del total de la audiencia. Tal vez por eso existe un debate permanente sobre los contenidos de la televisión y el descontento va creciendo como una bola de nieve.

“El sistema ‘people meter on line’ sólo existe en Chile y, recientemente, también en Brasil. Las legislaciones de Estados Unidos y Europa no permiten mediciones en directo de lo que se está observando en televisión, puesto que esto traería consigo una perversión del mensaje que se desea transmitir.

En estos países, la evaluación que hace la población de las ofertas televisivas es conocida a posteriori, ya que así se evita que el mensaje que desea ser transmitido se vea modificado en función de los intereses instantáneos de la audiencia. Se parte entonces del supuesto que existen líneas editoriales que interesan ser difundidas a la población, de modo que los canales de televisión entregan diversas propuestas de sentido frente a los fenómenos de la realidad social.

Es así como se busca compatibilizar, por un lado, los intereses de la población general, y por otro, los mensajes que son considerados como pertinentes y válidos por aquellos sujetos que se encargan de hacer televisión”.[1]


Críticas frecuentes

Las críticas que escuchamos más a menudo sobre los contenidos de los noticieros, por ejemplo, no sólo tienen que ver con la cantidad (12%) de informaciones policiales, reflejadas en el estudio realizado por el barómetro de calidad de los noticieros centrales de la televisión chilena, sino también por la forma en que éstas se dan.

La televisión actual destaca una parte de la realidad formada sólo por los principales accidentes, robos y asaltos del día. Cuando les faltan crímenes en Chile, acuden a los peores dramas que ocurren en el extranjero, pero no para informar en forma general sobre estos, sino para desatar las emociones del público receptor. Esto produce, a la larga, una reacción de rechazo y saturación. Los televidentes se aburren de escuchar sollozos con micrófono abierto. De ver miseria y dolor. Poco a poco, esto los aleja de la televisión hacia otras maneras de informarse.

Como si esto fuera poco, las noticias de este tipo se repiten varias veces al día y se detalla hasta el cansancio un mismo hecho policial puntual, a veces poco relevante o que siempre ha sucedido. La cantidad de espacio televisivo dedicado al sector policial aumenta su importancia, desvirtúa la realidad y mantiene a la sociedad en un estado de alerta permanente, que la lleva a un grado innecesario de estrés.

Las personas mayores, que están mucho tiempo en casa escuchando las noticias que dan los medios de comunicación, ya no se atreven a salir. Según lo que allí perciben, hacerlo constituye un riesgo tremendo y prefieren mantenerse protegidas en su hogar, aunque ni eso les produce ahora la misma sensación de seguridad de antes, porque también han visto los detalles de las noticias de asaltos a las casas.

Sin duda, la televisión “amarillista” no contribuye a la calidad de vida ni a la salud mental de los chilenos. Especialmente de aquellos que, por distintas razones, deben permanecer mucho tiempo al interior de sus casas, sin un contacto directo con la realidad, que es bastante menos aterradora.

Según las cifras que reflejan los estudios sobre el tema, la delincuencia no ha aumentado en la forma que se percibe ¿quiénes, además de los psicólogos y psiquiatras, se benefician con esta sensación de inseguridad que transmiten los noticieros de televisión? Sin duda, entre otros, los mismos medios que piensan que así aumentan su público.


La farándula

Hace poco un importante diario de la capital señalaba un ranking de portadas de diarios y revistas de circulación nacional, entre el 10 y 16 de septiembre. El primer lugar, con ocho apariciones lo tenía Quenita Larraín. El segundo, con siete apariciones, Marcelo Ríos. El tercero, con cinco apariciones, Giuliana Sotela. Todos destacaban por un solo caso de su vida privada que se había hecho público. En televisión sucedió esa semana algo similar ¿No interesa nada más a los chilenos?

Los espacios dedicados a deporte en los noticieros(27%) muchas veces están lejos de informar sobre lo que sucede en esa área y sólo ventilan conflictos privados de sus personajes. Igual cosa sucede con los de política. Porque cuando en los noticieros de televisión se habla de esto, no se informa de lo que se realiza en este campo sino de la última pelea entre los parlamentarios o los candidatos presidenciales.

Sin duda, la prominencia (personajes destacados), el conflicto y el sexo (romance), son elementos que hacen noticia. Pero no son los únicos ni los más importantes. Hay muchos otros que podrían hacer una crónica televisiva o escrita, interesante de ver: proximidad, consecuencia, rareza, conflicto, actualidad, emoción, progreso, suspenso y tragedia,
repetiría un estudiante de periodismo.

Por esta razón, parece increíble que los medios informativos de Chile, en una misma semana, concentren su atención sólo en la vida de una pareja prominente. Es un problema privado de personajes públicos que deben solucionar ellos. Puede ser portada de algunos medios faranduleros, pero ¿de la mayoría? ¿en una sola semana?

En la misma semana en que se firmó la nueva Constitución del país, sólo hablamos del Chino y Quenita. En un momento en que la brecha entre la pobreza y la riqueza en Chile es enorme, hablamos del Chino y Quenita. Cuando se requiere encontrar caminos de reconciliación, hablamos del Chino y Quenita. Mientras todo se transforma en comercio y los valores que nos pueden hacer felices quedan en el olvido, hablamos del Chino y Quenita. Ellos solucionaron ya su problema y los opinólogos se quedaron sin éste tema.

Eso es lo que pasa en el mundo chileno de las noticias, tanto en televisión como, a veces, en la prensa escrita. El foco de lo que sucede no son los problemas más importantes para el país o la sociedad, sino su aspecto farandulero que distrae la atención hacia hechos que no aportan a la solución de sus problemas.

Con esta manera de informar sólo se ahondan las diferencias entre las personas y se adormece a quienes deben hacer algo por terminar con estos: la comunidad y sus dirigentes.


El lenguaje

Los “garabatos” o groserías eran, hasta hace poco tiempo en Chile, palabras que no se decían en público, especialmente en los estratos medios y altos. A las mujeres se les enseñaba a excluirlas de su vocabulario y a los hombres, a evitarlas delante de ellas y de los mayores: “por respeto”. La televisión usaba unos “bip-bip” para reemplazarlos, la radio se los saltaba al editar sus grabaciones y la prensa escrita, salvo los periódicos muy transgresores, los excluían de sus páginas.

En no más de cinco años, el panorama cambió radicalmente y la moda impuesta o reflejada por los medios de comunicación no sólo dejó a la vista todo lo que antes se ocultaba, sino comenzó a destacar aquello con especial regocijo ¡Y pobre del que se oponga! A ese se le tilda con apodos burlescos que aluden a su incapacidad de evolucionar con la rapidez que requiere el mundo actual. Una evolución “a la chilena” que no se sabe de dónde viene, ni a dónde va y determina, usando un poder fáctico, que todo lo que antes se consideraba políticamente correcto en la actualidad es incorrecto.

La realidad giró en 180 grados y, ahora, todos hablan en privado sobre el desagrado que les produce este mundo burdo pero pocos se atreven a hacerlo en público, para no parecer pacatos.

Más allá de las peculiaridades de nuestra sociedad, el fenómeno que algunos consideran como un “destape” trae como consecuencia un problema evidente de comunicación, herramienta vital en un mundo globalizado. Esto hace que algunos extranjeros crean, como le sucedió a un amigo de Guatemala, que los chilenos no hablan español, sino una jerga difícil de entender. En ésta se reemplazan casi todos los sustantivos y verbos por “la palabreja aquella”, como denomina al más socorrido de los términos de nuestro limitado vocabulario un distinguido académico. Se animalizan las cosas, como grafica magistralmente Lukas en su libro “El bestiario del Reino de Chile” y, como si fuera poco, ahora se usan hasta en los medios de comunicación masiva, términos nacionales que la sociedad considera burdos y procaces.

El lenguaje verbal en nuestro país es cada vez más pobre y local, alejándose así de la relativa universalidad del idioma español. Contrasta en forma evidente con el hablar fluido y correcto de las “nanas peruanas” que desempeñan trabajos domésticos para patrones cada vez menos letrados y con el alto nivel de las expresiones culturales del teatro y otros espectáculos que vienen del otro lado de la cordillera.

A medida que Chile avanza económicamente, en vez de subir de nivel cultural, decae.

El lenguaje empobrecido se hace poco entendible para quienes hablan el español en otros países o lo aprendieron para hacer negocios y visitar estas tierras, lo que no favorece a nadie.

Más allá del desagrado que pueda producir a gran parte de los chilenos, esta especie de dialecto constituye una pérdida importante de vocabulario y una barrera evidente para el entendimiento con los extranjeros, indispensable en un mundo global. Igualmente, usando una expresión de moda, es “un asesinato de imagen” para Chile, considerado antiguamente como uno de los países más cultos de Latinoamérica.


Caminos de solución

Por mientras los ejecutivos de televisión encuentran caminos para autofinanciarse y, a la vez, subir el nivel de la actual programación, los televidentes tienen varios caminos. Uno de ellos es aguardar con paciencia que quienes determinan los programas televisivos se den cuenta que el amarillismo no sólo degrada sino, también, aburre. Otra posibilidad es esperar a que se percaten que el público de alto nivel económico, el que más compra, no es el mismo que prefiere los programas que marcan ese alto rating por el cual ellos se guían.

Si no se está dispuesto a esperar más y se desea un cambio a corto plazo, basta unirse al grupo de los descontentos, comunicarse a través de los blogs y apagar durante algunos días el televisor. Especialmente, efectivo sería que optaran por este camino los pocos que tienen en su casa el people meter. Existen en este momento muchas maneras de informarse y también de entretenerse ¿para qué hacerlo con la televisión si insiste en una programación de mala calidad?






[1] Columna de.... Crsitóbal Rovira K. www.elmostrador.cl (11 VI 2004).