6.24.2006

La seguridad: una ilusión

Siempre han existido los asaltos y robos, especialmente en las ciudades más grandes, donde no todos son conocidos y es imposible controlar a quienes circulan por ella. En los últimos tiempos, sin embargo, la televisión y los medios informativos sensacionalistas otorgan grandes espacios a dar a conocer, caso a caso, tragedias que antes pasaban inadvertidas. Además, la drogadicción y las grandes desigualdades sociales contribuyen a aumentar la audacia de algunos, que son capaces de ingresar en pleno día a las casas para robar artículos de valor o dinero. Si son menores de edad, como es frecuente, no arriesgan mucho castigo y ellos lo saben por lo que se ponen cada día más transgresores.

La seguridad en las casas y oficinas se trata de lograr con alarmas y todo tipo de prevenciones. Muchos adquieren seguros para el auto, para la casa, para todo lo que les ocurra. Si bien en algunos casos esta es una buena forma de recuperar lo perdido, no es menos cierto que el susto, los malos ratos y el riesgo de sufrir, son imposibles de evitar. En el caso de otros seguros, los de salud, de accidentes, de vida, sirven para compensar materialmente algunos problemas cuyas secuelas no pueden mitigarse de ninguna forma .Estos sólo ayudan a superar momentos que podrían ser aún peores.

La inquietud por la seguridad abunda en esta sociedad en que algunos intentan resguardarla encarcelando a medio mundo y otros, creando un Ministerio o implementando políticas sociales que son un buen aporte pero no la solución total. Hasta los aparatos de seguridad más importantes del planeta han sido burlados por los delincuentes y terroristas. Basta citar los casos de las Torres Gemelas y del asesinato de John Kennedy.
La tranquilidad con que muchos vivimos no es más que una ilusión, algo inexistente, una defensa de la mente que hace posible disfrutar a ratos de la vida y evitar el estrés. Después de todo, la única certeza que tenemos desde el momento en que nacemos es la de nuestra propia muerte, que es sólo una forma de completar un ciclo natural que cada uno cree que nos lleva a estados diferentes, según las propias convicciones religiosas o filosóficas.