Valentía y hombría: Un difícil equilibrio
En un programa de televisión, uno de los integrantes del show manifestaba el otro día, que tenía miedo de que alguno de sus movimientos de baile pudiera parecer afeminado. Me impresionó su comentario, porque es lo que muchos hombres en Chile temen en su actuar diario. Y me llegó mucho su comentario, porque evidencia una carga que la sociedad impone a los varones desde que son muy chicos.
Los hombres no pueden llorar ni expresar muchos de sus sentimientos por temor a parecerse a las mujeres. Tampoco moverse de determinadas formas porque puede presumirse que son amanerados. Cualquier cosa que los haga distintos a lo que se les muestra como propio de su género, puede llamar la atención de los demás y por lo tanto, no deben arriesgarse a ser como son.
La mochila con que la sociedad más tradicional carga a los representantes del sexo masculino para que los acepten como machos es tan grande, que los que deciden cargarla, pasan su vida demostrando que son capaces de lucir las cualidades que se les han asignado durante décadas: tener muchas mujeres, ser lo más brutos y autoritarios posibles, no demostrar sus lados tiernos, ni el miedo que a veces sienten frente ante muchos hechos que cualquiera teme.
Quienes se ajustan permanentemente a la opción de demostrar que son machos no se dan cuenta de su gran debilidad: no son capaces de decir que no a un sistema que les impone actuar muchas veces como no lo sienten, sólo por temor a que otros interpreten su forma de ser como distinta a la del macho tradicional. Ese tipo de hombre creado quizás por qué mentes perversas, violentas e impositivas, y que afortunadamente hoy va en retirada. Ese prototipo de persona que no respeta a los demás, demuestra la mayor brutalidad posible y oculta lo más valioso que tiene: su amor por los otros, su ternura, su deseo proceder en forma más justa, equitativa y respetuosa con quiénes son diferentes a él.
Afortunadamente, los machos de ese tipo están dejando paso, aunque lentamente, a los hombres de verdad, con más sentimientos, más respeto por los otros, y con mayor valentía, para enfrentar a una sociedad que no les gusta ni corresponde a su verdadera aspiración.
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