11.27.2005

Estigmas que matan

Desde que somos pequeños la sociedad nos estigmatiza y marca nuestro destino. Dice que un niño es malo para la gimnasia y lo excluye de las actividades deportivas para siempre. Lo apoda como débil, agresivo o cualquier otro apelativo que lo ubica en un estrato desde donde, difícilmente, puede salir para comprobar lo contrario.

En los últimos días, un grupo decidió llamar por radio a “liquidar a los flaites” y continúa haciéndolo a través de Internet. Definió a éstos como: “seres miserables que merecen ser atacados” y lo que es más grave, los describió con características físicas que son comunes a muchos ciudadanos honestos. Un flaite puede ser cualquiera que se vista con zapatillas y tiro bajo y que tenga “pinta de delincuente”.

La sociedad chilena estigmatiza fácilmente y los medios de comunicación masifican estos estigmas. Por eso una mujer aparece en pantalla asociada a una máquina lavadora o a la cocina, desarrollando actividades que la sociedad les asigna sin ver cuáles son sus habilidades naturales. También, se le expone como un objeto sexual, delgada y curvilínea, según lo que la sociedad impone como ideal estético. Se las muestra llorando a gritos, porque deben ser débiles o con los niños en brazos, porque se les nombra responsables únicas de los hijos de una pareja. A los hombres, en cambio, se les asigna ser mujeriegos y bebedores o representantes de los ejecutivos de altos cargos. A todos se les asignan roles que deben ejercer y los privan de su individualidad, lo que quieren ser o hacer, aquello para lo que tienen mejores condiciones naturales. Si Bethoven hubiera nacido en Chile probablemente no se habría dedicado a la música, porque “de eso no se puede vivir y debe ser sólo un adorno”.

Los medios informativos, como reflejo de esta sociedad, difunden imágenes que estigmatizan. También otras clasistas o racistas. De acuerdo a éstas últimas, los rubios son en su mayoría encantadores y triunfantes. Los morenos en cambio, pobres y de malas costumbres.
Todos los prejuicios masificados por los medios, surgen en los momentos menos pensados. Recuerdo ahora, una discusión que tuve en un medio de comunicación para que apareciera en portada una miss Chile que según el gerente comercial tenía un tremendo defecto: su pelo era negro.

Vivimos en un país en que para hacer bien las labores de casa y criar los hijos, es necesario ser mujer. Para gobernar el país y las empresas hay que ser hombre. No importa que la realidad demuestre que los resultados de una y otra cosa no son los esperados según el sexo. Todo está previamente determinado y hay que cumplir con lo estatuido quizás por quién y por qué extraña razón.

Así es nuestra sociedad. Impone deberes independiente de las habilidades o atributos individuales. Las personas forman un grupo que debe obedecer lo que la sociedad impone. Por eso, no podemos extrañarnos que a alguien se le ocurra destruir a un grupo determinado, con características propias, porque le parece que no calza con la sociedad imperante y que algún medio de comunicación se preste para propagar este mensaje.

No debe extrañarnos, es cierto, pero sí hacernos pensar sobre el tipo de sociedad en que vivimos y lograr que ésta cambie. Para que nadie pueda “pitearse un flaite”, lo que en castellano quiere decir: matar o excluir a alguien porque usa un vestuario diferente, es moreno, pobre y por lo tanto “parece” un delincuente. Como si no existieran delincuentes de cuello y corbata.

11.18.2005

El aporte del cuarto poder

La investigación periodística que hacen los medios de comunicación masiva se ha transformado en una efectiva herramienta para retomar casos policiales que, por años, se encontraban sin resolver o cerrados de forma dudosa.
Pocas veces se hace más evidente que en estos casos, el importante rol social de la televisión y los diarios, entre otros. La denuncia de una situación poco clara puede mover montañas si se hace usando lo que llaman “El cuarto poder del estado”.
Si los medios de comunicación masiva son capaces de remover las conciencias, las instituciones y las personas, muchos de los problemas que nos afectan como país podrían disminuir en forma importante, si éstos se propusieran colocarlos en la agenda informativa sin pensar tanto en la ganancia inmediata.

Más allá de explotar la prensa amarilla o roja que cuenta escándalos o crímenes, los medios de comunicación podrían destinar parte de su espacio a promover causas sociales positivas, removiendo la conciencia de quienes son, por ejemplo, los responsables de la mala distribución de los ingresos, de las desigualdades y discriminaciones, por mencionar sólo algunos problemas.

El uso del tiempo televisivo que vale oro, no sólo por lo que hay que pagar por él, sino por la enorme audiencia que tiene, cumpliría su finalidad más positiva sin pensara menos en el ratting y se usara un poco para el beneficio de la sociedad. Al menos no debería desperdiciarse con programas de poca altura o chabacanos. El espacio de los medios escritos o radiales merecería también una revisión desde la perspectiva del crecimiento positivo, no sólo económico.
Ojalá esto sea algún día posible y no choque siempre con el criterio de corto plazo. No vaya a ser que por no preocuparse de “compartir” como se enseña en los jardines infantiles; de aceptar al otro, sin mirar su orígen étnico o social, suceda en Chile una situación como la francesa, en que las manifestaciones de los grupos segregados está fuera de control con el consiguiente perjuicio para toda la comunidad, en la que se incluyen los medios informativos.

11.12.2005

Mantener la paz: el mejor negocio

La delicada situación internacional que se vive con Perú pone una vez más a prueba el comportamiento de los medios informativos, especialmente, de aquellos más sensacionalistas.

La forma en que se den las noticias respecto a los problemas que existen entre los países pueden hacer la diferencia entre mantener la paz o profundizar las diferencias.

El conflicto es reconocido por los teóricos del periodismo como uno de los elementos de la noticia. Crearlo y fomentarlo constituye una práctica habitual de algunos editores de diarios, radio o televisión, que, al parecer, no recuerdan que hay al menos doce elementos más que hacen que un acontecimiento sea importante y atractivo para los lectores.

Algunos editores conducen su labor periodística guiándose sólo por alcanzar las metas de ventas alimentando hasta los más mínimos conflictos y abandonan, entre otros, el sentido social que es parte de la esencia del periodismo. En el afán de cumplir las expectativas comerciales del medio, éstos pueden avanzar sin escrúpulos por el camino de exaltar las pasiones de los lectores con consecuencias a veces funestas. Basta observar cómo se agrandan las diferencias entre las figuras públicas cuando opinan levemente distinto sobre fútbol, política o cualquier otra materia. Y cómo se explota cualquier problema de las parejas de famosos.

El sensacionalismo, reproduce en forma masiva, el siempre dañino “copucheo” . Con éste destruye la imagen y a veces la vida de las personas. En el caso de un conflicto internacional, una actitud como ésta puede ser extremadamente peligrosa ya que conduce al país entero a una situación indeseada.

La prudencia de los medios de comunicación, la responsabilidad en sus afirmaciones es indispensable para no crear temores desmedidos ni exacerbar a la población. Mirado desde el punto de vista económico, mantener la paz es el mejor negocio ya que la tranquilidad del país es lo único que puede asegurar buenos dividendos para las empresas y un trabajo estable para sus empleados.

11.04.2005

Dónde estaba el periodista

En una carta de un lector a un importante diario capitalino, preguntaba: ¿Dónde estaba el periodista que escribió sobre el encuentro al que yo asistí? ¿ Por qué no se enteró de lo que se había dicho y destacó sólo lo superficial?

La misma sensación del lector aludido sentí la semana pasada cuando asistí al encuentro de Comunidad Mujer con los candidatos presidenciales, en el edificio Diego Portales. En éste la organización dio a conocer las principales inquietudes de las chilenas respecto a la familia, el trabajo y el entorno en que viven. Esta importante información se obtuvo tras una consulta realizada a cinco mil mujeres de Arica a Punta Arenas y en una encuesta efectuada a 300 mujeres de Antofagasta, Gran Santiago y Concepción/Talcahuano.

Las conclusiones del estudio fueron claras: las mujeres necesitan más fuentes laborales, dignificar su condición femenina, contar con más acceso a la educación y la cultura. Igualmente, mejorar los servicios de salud. En relación al trabajo uno de los principales problemas mencionados fueron: bajos sueldos (50%); falta de programas de capacitación (24%) y pocos programas de cuidado para los niños ( 21%).


Con el mapa de las necesidades más urgentes en la mano, cuatro grupos de trabajo, en que participaron más de 30 investigadores del programa Voz de Mujer, elaboraron propuestas concretas para satisfacer estos requerimientos y se las presentaron a los candidatos a La Moneda, para asegurar un compromiso definido en estas materias de parte de quien ocupe la Presidencia de Chile en el próximo gobierno.

La mayoría de los periodistas que fueron al encuentro recibieron una nutrida información hasta con un CD con resúmenes del trabajo, pero algunos sólo vieron y difundieron, que las mujeres pifiaban o aplaudían a los candidatos presidenciales. Y eso fue lo que más trascendió y fue difundido por la mayoría de los medios. A pocos le importó el problema de fondo. Ni siquiera mostraron a quien aplaudían más o pifiaban menos.

Para muchos de los profesionales, seguramente recién egresados, que reportean las noticias de los medios, estas tienen muchas “aristas”, como usan decir. Pero, lamentablemente, ven sólo las superficiales. El fondo de la información queda escondido en la carpeta de trabajo, a veces para siempre.