9.19.2008

Un aporte femenino al debate público

Los programas de conversación de temas relevantes regresan lentamente a la pantalla, para alegría de muchos que ya no encontraban qué ver allí. El espacio “Tolerancia Cero”, desde hace algún tiempo, es el preferido por muchos teleauditores, pero le falta algo: el punto de vista de, al menos, una mujer.
Debatir con respeto temas de interés público y enfrentar posiciones sobre los problemas que atañen a la ciudadanía, es una buena forma de aportar al desarrollo social, a través del periodismo y no cabe más que celebrar cualquier iniciativa seria al respecto. Lo importante, eso sí, es que estos esfuerzos no sólo se concentren en temas políticos, ya tan tratados, sino también en otras materias que enriquezcan la agenda pública y lleven a un diálogo positivo.

El desafío para estas u otras mujeres periodistas es marcar la diferencia. Aportar, además de una mirada distinta en la política o los deportes, aquellos temas que la mujer, por su formación cultural o su sensibilidad, es capaz de debatir en profundidad de otra manera. Todos aquello que al hombre no le interesan o no le convienen.

Entre estos problemas tales como:
la asignación, en forma exclusiva o prioritaria, de los roles domésticos a la mujer y la pobreza que esto conlleva para ellas.
Las razones por las cuáles, en la educación regular y superior, no se incluyen las materias que sirven para vivir mejor como, por ejemplo, las relaciones humanas.
Las responsabilidades ciudadanas de educarse y organizarse para solucionar los propios problemas, sin esperar que todo lo haga el gobierno de turno.
La necesidad de difundir los hábitos que harían posible superar nuestra incultura y nos permitirían crecer como país: la puntualidad en el cumplimiento de los compromisos, entre muchos otros.
Nuestros deberes y derechos como consumidores y tantos más, que harían posibles una sociedad mejor y más armónica.
Estos temas pocas veces se debaten hoy. Sólo se habla de política, fútbol, policía y, ahora, del último chisme en cualquier actividad.
La mujer, para alcanzar paridad de trato con el hombre y ser respetada por el mundo masculino, muchas veces se ve forzada a jugar con patrones masculinos. Ya es hora de que haga su propio aporte, diferente y muy importante. Sería una forma de salir de esta realidad tan poco esperanzadora a la que hemos llegado. Necesitamos una sociedad menos guerrera que busque la felicidad de quienes la componen y no el triunfo de un partido político o equipo de fútbol sobre el otro.

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12.29.2006

La sonrisa de Isabelle

Los medios de comunicación contaban esta semana que Isabelle, la primera mujer en el mundo a quien se hizo un trasplante parcial de cara, podía ahora sonreír. Su vida, sin la desfiguración sufrida por la mordedura de un perro, le promete otra oportunidad de ser feliz.

Cuando se aproxima un nuevo año, a menudo pensamos en lo que vendrá y planificamos. Es un buen momento para decidir si mantenemos las desfiguraciones del propio rostro o nos hacemos un transplante de cara que permita la aparición de una sonrisa de paz.

En todo orden de cosas, existen perros que hieren, con o sin conciencia de lo que hacen, y a veces dejan huellas que amargan la existencia. Las marcas son difíciles de borrar y condicionan en muchos casos la vida futura. El problema es decidir si destinamos el resto del tiempo a analizar con amargura lo que sucedió. A pensar qué hicimos para merecer ese castigo. A determinar cuál fue realmente el perro responsable. A juzgar si era malo o mordió obedeciendo a su naturaleza. O, por el contrario, aceptamos someternos a un transplante y dejamos el rostro feo en el pasado para mirar hacia delante intentando darle belleza.
A veces, como en el caso de Isabelle, se requiere de una gran valentía. Primero se debe perdonar al perro, pensando en el propio bienestar. Comprender o al menos aceptar que lo sucedido ya pasó y admitir la propia responsabilidad, en caso de que exista. Sólo después de aquello se siente ese alivio que permite dejar las cicatrices en el pasado.

Poco se logra con destinar nuestras energías a sufrir recordando. Asumir la realidad de lo ya vivido y buscar una solución lo más satisfactoria posible es lo que permite volver a sonreír, como sucedió a Isabelle. Vale la pena intentarlo en un nuevo año tanto en lo personal como en lo social .

12.03.2006

Pistolas y temores

Algunos periódicos nacionales han destacado en estos días dos temas que dan que pensar: el aumento en la compra de armas y el crecimiento del negocio de la seguridad personal, a través de empresas que ofrecen guardaespaldas, para que los hijos vayan a carretear o las mujeres se sientan más protegidas.

Al leer los mencionados artículos me dio la impresión de estar en un país de bandoleros, donde las personas no pueden circular por las calles ni tampoco permanecer tranquilas en sus casas, si no tienen pistolas para recibir con balas a cualquier visitante inoportuno.

El miedo a los posibles asaltos o ladrones parece ser la consecuencia de una larga campaña del terror realizada por ciertos medios de comunicación que dedican gran parte de sus noticieros a la prensa roja.

Si bien existen casos de delincuencia, algunos bastante audaces, no son el pan de cada día de la mayoría de las personas. Basta pensar cuántas personas de las que usted conoce han sufrido una experiencia de ese tipo.

Mostrar, caso a caso, los hechos de sangre publicando hasta sus más crueles detalles es una forma fácil de atraer el morbo y asustar a quienes no tienen una capacidad crítica. También una manera de captar audiencia o lectores, que disfrutan de la tristeza que produce el mal ocurrido a los otros.

Sin embargo, sembrar el miedo para crear la incertidumbre puede tener respuestas más graves que el problema inicial. Cada uno de los que cree estar en un mundo lleno de peligrosos malhechores, reacciona en forma diferente frente a esta realidad y no comprueba si esa situación es cierta. “Ya no se puede andar en micro-me comentaba una amiga- Dicen que andan, de a cinco, robando carteras”. Por eso ella nunca se moviliza en locomoción colectiva y no puede darse cuenta de que eso no es cierto. Yo lo compruebo diariamente, cuando ocupo estos servicios y puedo asegurarlo.

El miedo trae consigo no sólo el alza de las ventas de los medios informativos. Crea también un ambiente de inseguridad que hace que las personas busquen su propia defensa, comprando armas que no saben manejar y que lo más probable es que sirvan más a los asaltantes si las encuentran, que a ellos para defenderse.

Contar con guardaespaldas para que los jóvenes puedan ir a “carretear” hasta altas horas de la madrugada parece un poco exagerado. Mejor sería, sin duda, que los padres hicieran entender a sus hijos el peligro que significa andar en lugares donde se comercializa droga y se mueven muchos delincuentes para que eviten ese tipo de diversión.

La seguridad no existe en ningún lugar del mundo. Ésta es vulnerada hasta en sus más fuertes expresiones. Hemos visto cómo se puede matar a un Presidente de Estados Unidos, pese al aparataje de protección que tiene y, también, atentar contra el Papa.

Antes de invertir en armas o en guardaespaldas personales sería bueno preguntarse cuántos casos concretos de asaltos y robos conocemos y cuántas veces la tenencia de armas en las casas han hecho daño a los mismos propietarios por accidentes o mal uso. Podemos llevarnos una sorpresa.

También verifiquemos, reloj en mano, cuánto tiempo dedica la televisión a narrar casos policiales y recordemos la programación de antes. Es bueno tomar conciencia que es mayor la publicidad de los hechos policiales de hoy, que su aumento real.

Si bien conviene ser prudente en el actuar también lo es vivir tranquilo, sin aplicar la justicia por nuestras propias manos. Eso sería volver a los tiempos primitivos del “Ojo por ojo. diente por diente” , en que cualquiera mataba por venganza o por placer. En ese caso sin duda el remedio es peor que la enfermedad.

Consumidor alerta: Un seguro para reconocer la verdad

Frente a un gran titular de diario que dice: “Juan González es el peor entrenador de la Selección” una mayoría inocente piensa de inmediato que se afirma es cierto. Sólo los que entienden el proceso de la información, leen más allá y se preguntan: ¿quién dijo eso? ¿Le conviene al periódico donde aparece, que todos crean lo que allí se dice? ¿O venderá más ejemplares por poner esa aseveración? ¿Es Juan González, un opositor a ese medio informativo o lo ha ofendido de alguna forma?

Con frecuencia los lectores comunes no se cuestionan nada y creen a pie juntillas lo que se dice en letras de imprenta. El periódico afirma algo que tal vez dijo el peor enemigo del afectado y da lo mismo que sea o no la verdad. El medio no se expone a nada porque, en letra muy chica, aclara quien emitió esa opinión.

El problema para él o los afectados con este tipo de información es mayor si se trata de un diario de alta circulación o de una radio o canal de televisión de alta audiencia, porque serán muchos los que se queden con lo que allí se afirma: “Juan González es el peor entrenador de la Selección” sin pensar en quién lo dice.

La verdad como valor, importa poco hoy. Además, si se trata de discutir el tema, no faltara quién diga que ésta es subjetiva. Lo que para alguno es azul para otro es rojo. Sin embargo, hay hechos muy objetivos como el robo, el crímen y muchos más, que son verdades muy concretas.

Para reconocer cuál es la verdad de lo que se afirma, se requiere no sólo una formación más crítica del consumidor de medios informativos sino también que exista una representación variada de líneas de pensamiento y tendencias ideológicas en la información, lo que ya no sucede en Chile.

La concentración de la propiedad de los medios informativos en representantes de una sóla ideología no parece sana. Va en contra de la tan popular transparencia que se solicita en todo tipo de actividades y puede, por lo tanto, favorecer la corrupción. También hace posible condenar a inocentes sin posibilidad de defensa frente a la opinión pública.

El país requiere con urgencia mayor formación de los consumidores de medios informativos e idealmente, un mayor equilibrio de tendencias en los dueños de los medios de comunicación.

Sólo así, con un abanico de posibilidades de información, el lector podrá llegar a su propia percepción de la verdad que nace de escuchar, leer o ver el acontecer nacional desde diferentes miradas y seleccionar la que prefiere.

11.21.2006

Ética y educación: ¿se enseña con el ejemplo?

La cátedra de ética se enseña en la mayoría de las carreras de las universidades e institutos profesionales, lo cual es muy positivo. Sin embargo, ésta no siempre se aplica allí. Hay ocasiones en que se predica pero no con el ejemplo. Por eso conviene estar alerta y saber distinguir si la entidad que se escoge es realmente de ésas donde se actúa con ética o sólo se tiene ésta como fachada.

Es verdad que en un sistema de libre mercado cualquier persona o entidad puede ofrecer un producto o servicio y el consumidor tiene la libertad de tomarlo o dejarlo. También, que los precios se deben ajustar a la oferta y la demanda. Pero no es menos cierto que para que el sistema funcione bien, debe existir un consumidor informado. Por lo tanto, debe dársele a conocer a quién paga por cierta educación, lo bueno y lo malo que tiene lo ofrecido. Como esto no ocurre en forma natural, porque a nadie que hace un negocio le conviene decir lo malo de lo que ofrece, el consumidor debe preguntar a personas confiables y estar consciente de la necesidad de informarse antes de adoptar una decisión, cosa que en Chile no siempre ocurre.

En este momento, por ejemplo, algunas universidades e institutos profesionales ofrecen carreras que tienen copado su campo de trabajo, pero nadie difunde este problema. Lo saben los que ofrecen el servicio pero, pocas veces, quienes lo adquieren. Tampoco las entidades cierran las carreras sobre saturadas, como correspondería, si se considerara el punto de vista ético.

En muchas universidades e institutos profesionales, mientras existan personas que deseen inscribirse en el estudio de un determinada profesión, ésta sigue funcionando. No importa que éticamente no sea correcto, porque se defrauda al alumno, quién pierde tiempo y recursos, a veces muy escasos, ya que al terminar de estudiar no tendrá el trabajo esperado.

Para contrarestar la disminución de alumnos en estas carreras, se admite a quienes lo deseen y no a quiénes son aptos para ejercerla. Poco a poco, se baja la exigencia de puntajes de ingreso. Se eliminan los exámenes de admisión. Se otorgan hasta tres oportunidades, en algunas universidades, para que los alumnos aprueben sus exámenes: sí o sí. Y lo que es más grave aún, en las carreras que requieren de habilidades especiales para escribir, dibujar o cualquiera otra, éstas no se miden al ingreso, por lo que es casi seguro que el alumno se dé cuenta en medio de la carrera, cuando ya ha pagado mucho dinero, que no es apto para ejercerla.

Como si esto fuera poco, cuando escasean los alumnos, los profesores tienen que visitar los últimos años de los colegios y organizar actividades para convencer a los ingenuos estudiantes que ése es el establecimiento y profesión que soñó.

Por otra parte, cada día se inventan carreras de ayudantes de profesionales y otras que nunca tuvieron estudios especiales y por lo tanto, sus egresados deben competir con muchas personas autoformadas o no profesionales.

La ética aunque se enseña mucho, importa poco en algunos establecimientos educacionales. Y pese a que saben que los alumnos pagarán sus mensualidades en vano, porque no tiene “dedos para el piano” o porque su carrera no ofrece un buen campo de trabajo, los aceptan y los aprueban. Lo que interesa realmente es que entre a la escuela y pague. Lo que pase con él después no es problema suyo. Si repite, mejor. Es un año más que cancela las mensualidades.

No todos los establecimientos son así. Los hay buenos y exigentes, pero el consumidor debe estar alerta, informarse bien para saber distinguir a los más honestos y premiarlos con su elección.

11.03.2006

Niños y mascotas: Una relación desequilibrada

La primera vez que visité los países europeos, hace ya muchos años, me llamó la atención observar el lugar privilegiado que ocupaban las mascotas, en la vida diaria. Muchas veces reemplazaban a los niños, que ya en ese momento no eran demasiados. En el Chile de esa época, los perros aún comían carne y guisos sobrantes y los gatos cazaban ratones. Los niños abundaban en las familias chilenas, especialmente en las más pobres. Los menos afortunados vagaban por las calles y eran acogidos por el entonces Padre Hurtado o la Fundación Mi Casa, entre otras instituciones.

Las cosas han variado sustancialmente en nuestro país. Pero principalmente para las mascotas. La realidad de hoy nos muestra cómo éstas han subido de categoría. Para ellas hay comida especial, que sus amos compran sin fijarse en precios. También, champú con Aloe Vera, camas ergonométricas, radio-collar educativos y hasta hoteles, para que nunca estén solos o mal cuidados.

Los niños de escasos recursos, en cambio, siguen en una situación parecida a la de entonces. Y quizás peor. Porque ahora ven en televisión la gran variedad de productos creados para ellos, pero no tienen a nadie que se los compre. También algunos siguen sin recibir cariño. Además, hoy proliferan los abusadores sexuales y quienes los protegen, acallando cualquier escándalo que enlode a personas “respetables”.

A los niños pobres, antes y ahora, les falta ese alguien que los animales encuentran con facilidad. Esa persona, que como los amos de las mascotas, los quiera, se preocupe de ellos y de sus necesidades básicas. Los que vagan por las calles, igual que antes, si tienen suerte, son acogidos por instituciones. Si viven en familia, hay que hacer campañas para que cada cuál tenga su propia cama y colectas para que coman. Sin duda no tienen la suerte de las mascotas, que cada vez les quitan más espacio al interior de hogares donde los animales son mucho más importantes que los seres humanos desvalidos.

En los países europeos, no crea problemas de conciencia que quien quiera dedique tiempo y dinero a las mascotas, porque los niños tienen asegurada, al menos, una buena subsistencia. En Chile, en cambio, se importó la buena costumbre de proteger a los animales, pero se olvidó que también pertenecen a ese género los seres humanos.

Es posible que los dueños de mascotas no puedan o no quieran, por la razón que sea, preocuparse de los niños. Pero sería muy lindo que, junto con cuidar a sus gatos y perros regalones, se propusieran gastar el mismo dinero y tiempo afectivo, en los pequeños seres de la raza humana.

10.27.2006

El tiempo y la rigurosidad: valores olvidados

Uno de los grandes problemas de la sociedad chilena es la poca importancia que se le da al tiempo, especialmente al de los demás.

Los que vienen de otras tierras reclaman por la impuntualidad, convertida en hábito y la falta de rigurosidad en la información, que tambié deriva entre otros, en pérdidas de tiempo. Esto lleva como consecuencia al incumplimiento de lo acordado.

Tal vez le ha pasado alguna vez. Va a comprar tinta para su impresora y el vendedor le da el número equivocado o solicita una talla y le envuelven otra. Y claro, le hacen posteriormente el cambio pero ¿cuánto tiempo y dinero en locomoción ha perdido?

Pero no es sólo eso. Si queda de encontrarse con alguien en cualquier lugar o reunión, lo citan a una hora y lo reciben, al menos, media hora después. ¡Qué decir de los días en que visita al dentista, al médico o al peluquero! Puede pasar horas en espera, no tanto por culpa de los profesionales sino de los pacientes o clientes que normalmente llegan atrasados. También es común el atraso de los maestros. Quedan de ir y no van. Se comprometen a entregar sus productos un día y llegan una semana después.

Resulta extraño para quienes vienen de países más desarrollados, observar esta mala costumbre. En sus tierras hasta el transporte colectivo pasa a la hora exacta anunciada y los cumpleaños infantiles comienzan y terminan según lo pre- determinado por los dueños de casa.

Si sólo nos acercáramos un poco a esas buenas costumbres, podríamos crecer en confiabilidad y progresar, en el más amplio sentido de la palabra. Mientras se esté conforme con el actual estado de cosas, los maestros seguirán entregándo sus productos días más tarde y toda la cadena involucrada en este sistema de gasto del tiempo dará como fruto la desconfianza del extranjero y de los que dentro del país quieren cumplir con el avance de sus proyectos.

10.22.2006

Valentía y hombría: Un difícil equilibrio

En un programa de televisión, uno de los integrantes del show manifestaba el otro día, que tenía miedo de que alguno de sus movimientos de baile pudiera parecer afeminado. Me impresionó su comentario, porque es lo que muchos hombres en Chile temen en su actuar diario. Y me llegó mucho su comentario, porque evidencia una carga que la sociedad impone a los varones desde que son muy chicos.

Los hombres no pueden llorar ni expresar muchos de sus sentimientos por temor a parecerse a las mujeres. Tampoco moverse de determinadas formas porque puede presumirse que son amanerados. Cualquier cosa que los haga distintos a lo que se les muestra como propio de su género, puede llamar la atención de los demás y por lo tanto, no deben arriesgarse a ser como son.

La mochila con que la sociedad más tradicional carga a los representantes del sexo masculino para que los acepten como machos es tan grande, que los que deciden cargarla, pasan su vida demostrando que son capaces de lucir las cualidades que se les han asignado durante décadas: tener muchas mujeres, ser lo más brutos y autoritarios posibles, no demostrar sus lados tiernos, ni el miedo que a veces sienten frente ante muchos hechos que cualquiera teme.

Quienes se ajustan permanentemente a la opción de demostrar que son machos no se dan cuenta de su gran debilidad: no son capaces de decir que no a un sistema que les impone actuar muchas veces como no lo sienten, sólo por temor a que otros interpreten su forma de ser como distinta a la del macho tradicional. Ese tipo de hombre creado quizás por qué mentes perversas, violentas e impositivas, y que afortunadamente hoy va en retirada. Ese prototipo de persona que no respeta a los demás, demuestra la mayor brutalidad posible y oculta lo más valioso que tiene: su amor por los otros, su ternura, su deseo proceder en forma más justa, equitativa y respetuosa con quiénes son diferentes a él.
Afortunadamente, los machos de ese tipo están dejando paso, aunque lentamente, a los hombres de verdad, con más sentimientos, más respeto por los otros, y con mayor valentía, para enfrentar a una sociedad que no les gusta ni corresponde a su verdadera aspiración.