Evolución de la prensa femenina: el difícil despertar de la bella durmiente.
Las mujeres constituyen, según el Censo 2002, un poco más de la mitad de los chilenos. De ellas, un tercio son jefes de hogar y casi se ha duplicado en los últimos diez años, el número de las que han pasado por la educación superior. [1]Sin embargo, aún hay quienes creen, con o sin razón, que se les puede mantener en calidad de bellas durmientes o en estado vegetal, como se diría ahora, a la espera de un príncipe que solucione sus problemas. La droga para lograr este sopor se canaliza, en parte, a través de los medios de comunicación que, con el fin de acrecentar la publicidad que los sustenta, les entregan contenidos adormecedores y las mantiene entretenidas con una promoción cada vez más abundante de productos de consumo; dietas para adelgazar, muchas veces innecesarias; comentarios sobre la vida privada de nobles o artistas; y la teleserie de turno.
Leer o escuchar estos contenidos no hace ningún daño a quienes están en estado de alerta y saben los intereses que se mueven tras ellos, pero pueden convertir en marionetas a quienes no los conocen e invierten su tiempo y energía en aplicar todo lo que se dice o recomienda en la publicidad o en los artículos más livianos.
A veces, incluso, puede llevar su salud a límites inconvenientes. No es casual, por ejemplo, que la anorexia se produzca casi exclusivamente entre las mujeres y en años que coinciden con una fuerte promoción de los regímenes alimenticios.
El “sueño de la bella durmiente” es una dolencia que no sólo las afecta a ellas, porque mientras se dejan llevar por temas intrascendentes, en su entorno la vida sigue desarrollándose sin su aporte. Y mientras este tipo de mujeres está preocupado de “qué le pasará al personaje principal de la telenovela”, el príncipe que espera para sacarla de su encantamiento parte, como Mambrú, a la guerra donde sea que ésta se lleve a cabo.
Las periodistas, por el rol social que les asigna esta cultura, están bien preparadas para entregar a los medios de comunicación contenidos trascendentes que ayuden a despertar a las personas que aún no lo hacen. Las relaciones humanas y el desarrollo personal, por ejemplo, son campos muy valorados por el sexo femenino y contribuyen a formar una sociedad más comprensiva y pacífica. A juicio de los expertos, ellas pueden contribuir a crear una cultura de paz, tan valorada en estos tiempos en que el mundo vive en torno a la guerra.
Aunque el rol de los medios de comunicación masiva no es educador, algunos de los temas que estos debaten interpretan las inquietudes sociales que, después de algunos años, se incorporan a la educación formal.
El periodismo puede informar, entretener y colaborar a la construcción de una sociedad mejor y menos guerrera, con mejores relaciones al interior de las familias, de la pareja, de las empresas y de toda la sociedad.
Esto depende, en parte, de la actitud que asuman las profesionales de la prensa, quienes podrían en este sentido determinar una meta común y luchar por alcanzarla.
Conscientes del problema y con una finalidad clara, ellas pueden poner énfasis en estos tópicos que, como son de gran atractivo para los lectores, cumplirían a la vez con el fin de la industria publicitaria que financia los periódicos, al capturar un público para promover sus productos.
Las revistas de hoy no tienen razones para ser productos “light” o poco inteligentes. Todo lo que se escribe puede ser entretenido, ya que esto depende más del tratamiento y de la vigencia de los temas que de estos en sí mismos.
¿Pueden las mujeres periodistas aportar a la sociedad algo distinto de lo que entregan los hombres?¿Es posible que masifiquen un periodismo para sus congéneres más digno del nivel al que éstas han llegado? O ¿seguirá predominando una visión machista que destina a la mujer un rol menor, en que los comentarios de la vida privada de los famosos, el consumismo y las recetas para obtener un marido deben ser el centro de su pensamiento?
Hay algunos que creen también que las mujeres de hoy no necesitan publicaciones diferentes a las de los hombres y que los periódicos femeninos sólo existen porque canalizan una publicidad segmentada, que satisface los intereses económicos de las industrias y promueve el consumo.
Cualquiera sea la respuesta a estas interrogantes, el tema merece un análisis.
Al Ritmo de la Tradición
La primera discusión, al tratar este tipo de temas, es si se considera que hombres y mujeres tienen roles sicológicos naturales diferentes o si la sociedad se los ha impuesto, materia sobre la que se ha escrito mucho. De ahí provienen las distintas corrientes de pensamiento sobre qué deben o no deben hacer ambos. Aún persisten las opiniones más conservadoras que excluyen a la mujer de su rol público y la relegan a la casa en exclusividad. Otros piensan que no importa que trabaje, siempre que no abandone los “deberes del hogar”, exigencia que no se le hace a ningún hombre. Y un tercer grupo cree que ambos deben incorporarse al campo del trabajo y, también, a las labores domésticas. Las tendencias más avanzadas señalan que:
“Las preguntas sobre la naturaleza de las relaciones entre los sexos y la manera como se construyen y perpetúan esas relaciones han sido un punto de partida para entender que el significado de lo femenino y lo masculino; lo que cada uno puede hacer o se espera que haga; la manera como se distribuye el prestigio; las ocupaciones, las habilidades y hasta las inclinaciones; los roles que cada uno cumple, son construcciones sociales.” [2]
“La mayoría de estas diferencias son producto de la sociedad y desafían los planteamientos de la sicología tradicional que durante mucho tiempo ha puesto el acento en el estudio de las diferencias individuales.” [3]
De acuerdo a lo que piensan los especialistas anteriores, las diferencias psicológicas entre mujeres y varones son, en un sentido general, artificiales: “el sexo no es una categoría natural basada en diferencias esenciales entre hombres y mujeres...Es una proeza de la imaginación y de la industria. Esto implica laboriosos esfuerzos para transformar hijos varones y mujeres en adultos masculinos y femeninos".
Según este punto de vista, la forma en que cada uno considera lo qué es un ser femenino o masculino, ejerce una influencia determinante sobre la manera en que cada uno se ve a sí mismo, actúa y organiza su vida cotidiana. En esta realidad, la sociedad en que vivimos relegó durante muchos años a la mujer a permanecer dentro de la casa y la obligó a sentir que estaba destinada sólo a la crianza de los hijos, dejando al hombre “puertas afuera” con el rol prioritario de proveer los bienes para mantener esa estructura. Separó así al padre de su importante misión afectiva y doméstica en la que habría compartido el placer de una relación permanente y estrecha con sus hijos y su pareja. Además, al ser ellos quienes definían el rumbo de la vida pública del país, les traspasó el poder de conducir el destino de la sociedad, a un futuro que, por las características que asigna a su educación, es esencialmente guerrero.
Cada cultura determina, según los estudiosos, qué es femenino o masculino, más allá de lo que los seres sienten como propio de su naturaleza. Esto se puede constatar en las parejas que se atreven a asumir lo que prefieren hacer sin aceptar presiones sociales, lo que es cada vez más frecuente. Ellas, en forma natural, pueden llegar a ser “el maestro chasquilla” de la casa, mientras él cocina y cuida a los niños.
¿Por qué deberían hacer roles impuestos por otros, en vez de escoger aquello para lo que son más hábiles?
Según algunos especialistas en el tema, “los hombres se han reservado para sí el desempeño de aquellas tareas más importantes para el funcionamiento social, especialmente en la medida en que éstas implican el control sobre los demás aspectos de la dinámica social. Así, la economía, política, legislación, religión, educación, etc., han estado siempre en manos del hombre o bajo su supervisión. Igualmente, los varones han desarrollado una serie de mecanismos conducentes al mantenimiento y perpetuación de la situación descrita. Estos mecanismos han consistido, fundamentalmente, en el fomento para los hombres y el impedimento para las mujeres de una serie de aptitudes, intereses, valores y rasgos de personalidad, y viceversa; así como en la difusión, a través de las instituciones sociales, de los dos conjuntos de rasgos estereotipados, masculino y femenino, de tal manera que los niños y niñas vayan aprendiendo los rasgos que se consideran propios de su sexo. Paralelamente, se desarrolla una serie de mecanismos de control judicial, reforzamientos sociales, castigos, etc., que favorecen el aprendizaje en cada sexo de su rol”. [4]
A juicio de ciertos expertos, culturalmente se determina que los hombres son más inteligentes y tienen más fuerza que las mujeres a quienes sólo les interesa la estética, lo social y lo religioso. Se atribuye al hombre el poder para dominar y a la mujer la dependencia y la afectividad. Se atribuye al género masculino una necesidad sexual mucho mayor que la del femenino, por lo que se pide a las mujeres comprensión para la infidelidad de estos.
“Los resultados de las investigaciones que han intentado averiguar si esos dos conjuntos de rasgos estereotipados corresponden en la realidad a lo que son los hombres y mujeres y sus respectivos comportamientos, han mostrado, en líneas generales (dada la enorme diversidad de comportamientos, aptitudes y actitudes comprendidas), que los hombres y mujeres se adecuan bastante, en la práctica, a lo que determinan las prescripciones sociales como propio de su sexo. Sin embargo, la mayoría de las investigaciones han mostrado también que esa correspondencia entre las prescripciones sociales y la realidad se debe, fundamentalmente, a variables socioculturales y no a determinantes de tipo biológico.” [5]
El estudio de los roles sexuales como tema de investigación se generó en la mitad del siglo veinte, época en que comenzaron también a preocuparse de la mujer como objeto científico. Grandes cambios sociales, económicos, políticos y psicológicos se produjeron con la revolución industrial. La ciencia también avanzó muy rápido en ese momento. Antes, las opiniones al respecto eran personales y tenían un origen religioso, filosófico o supersticioso.
La investigación, actualmente, tiene una terminología especial muy precisa en sus conceptos, lo que permite una buena comunicación entre los investigadores. También existen teorías sobre la forma en que se adquieren los roles sexuales dentro de las diferentes culturas. Existe un enfoque biologicista que pone énfasis en la relación entre la estructura anatómica y fisiológica y las diferencias en la conducta humana.
La teoría psicoanalítica, por su parte, pone el acento en la influencia de la figura de los padres del mismo sexo en los hijos del mismo sexo, mientras que la del aprendizaje social en como la observación, el modelo, los premios y castigos, sirven para adquirir determinadas formas de actuar. Por último, la teoría cognitiva observa los caminos de la socialización infantil después que se les define como varón o hembra.
Al observar detenidamente los roles sexuales se llega a la conclusión que estos no sólo varían en cada pareja humana, sino también en las sociedades, según la raza, la clase social e incluso la región geográfica, lo que anula definitivamente una posición rígida referente a lo que “debe hacer” el hombre o la mujer. Por lo tanto, también desaparece la obligación de escribir temas que sólo interesen a uno de los sexos o pedir a los periodistas, hombres y mujeres, que aporten lo naturalmente masculino o femenino en sus escritos.
Si a esto agregamos que la tendencia de los países más desarrollados es compartir el ámbito doméstico y el del trabajo lo más equilibradamente posible, podríamos determinar que caminamos hacia un mundo en que ambos sexos actuarán en lo público y en el hogar, con cierta igualdad, distribuyendo más justamente que hoy, la carga de trabajo.
Desde este punto de vista, no se justificaría un material periodístico específico para hombres y mujeres en una sociedad futura, en nuestro país, aunque tal vez sí en el momento actual, ya que por cultura se mantiene las diferencias aprendidas.
¿Celeste o Rosado?
Más allá de la discusión sobre si las diferencias psicológicas entre hombres y mujeres son o no naturales, éstas existen aún en nuestro país, porque se enseñan desde que los pequeños nacen y visten, por primera vez, de rosado y celeste.
Hasta a un niño puede parecerle absurdo que aún se le impida jugar con muñecas cuando ve a su padre mudar o pasear en coche a su hermano. También, las niñas pueden pensar que es extraño que no les regalen nunca un auto a pedales, ni de otro tipo, cuando su mamá conduce el suyo. Son cosas de hombres y de mujeres, en esta sociedad tan contradictoria, donde la realidad supera los prejuicios pero mantiene las costumbres.
Las diferencias psicológicas de origen cultural entre los sexos se notan también en el periodismo chileno y las usa la publicidad para lograr sus objetivos.
“A lo largo de los años, los medios de comunicación se dieron cuenta de la importancia que tiene la mujer para vender un servicio o producto. Por ello, tanto la publicidad como los artículos, reportajes e incluso programas televisivos están enfocados a ganar, especialmente, la atención y la preferencia de la mujer. Fue así como a mediados del siglo pasado empezaron a surgir revistas y programas en la radio, dirigidos única y exclusivamente al público femenino. Sin embargo, dichos medios de comunicación informaban a la mujer sólo de cuestiones vanas y fomentaban la creencia de creadores de movimientos artísticos e intelectuales, quienes argumentaban que la mujer era un ser de cabellos largos e ideas cortas. En otras palabras, la mujer era vista como una consumidora que debía estar al día para satisfacer a los hijos y al esposo”.[6]
Son muchos los estereotipos que las revistas femeninas han fomentado y, algunos bastante dañinos, que han trascendido hasta nuestros días. Según la misma fuente anterior, uno de ellos es la imagen de que, “a través de cientos de artículos, este tipo de revistas invitan a la mujer a ser bella para que pueda conseguir al príncipe de sus sueños y, peor aún, dan a entender a toda mujer que si no retienen a sus hombres, es precisamente porque no tienen un físico y un cuerpo adecuado”.
Estos conceptos difundidos por los medios de comunicación son responsables de muchos casos de anorexia y bulimia, trastornos que sufren mayoritariamente (90%) las mujeres.
El poder de la letra de imprenta, que avala una moda, angustia a lectoras incautas mientras mantiene muchas industrias que viven de promover productos y remedios para adelgazar.
“Existen análisis complementarios centrados en los valores sociales referentes a la condición femenina que incluyen la autopercepción de la mujer y su dependencia de los modelos culturales por los que adapta su cuerpo en términos de dimensión y peso a las normas imperantes. Un análisis comparativo muestra que mientras crece dramáticamente la cifra de mujeres anoréxicas, también lo hacen los artículos y la publicidad relacionados con el tema en las revistas femeninas. De hecho, las revistas femeninas promueven los regímenes dietéticos diez veces más de lo que lo hacen las publicaciones destinadas a los hombres”.[7]
Ideas Claras y Periodismo Compatible
Cuando trabajamos en los medios de comunicación, sabemos que normalmente los avisadores quieren mandar sobre lo que escribimos, en especial si son grandes empresas. De esta forma, es posible hacer que un periodismo aportador, más acorde con lo que las lectoras gustan leer y las periodistas quieren escribir, choque con los intereses económicos de quienes se mueven detrás de la publicidad. Sin embargo, creo que aunque no se logre el nivel deseado, es mucho lo que se puede hacer dentro de los medios informativos para otorgar una mejor calidad al periodismo. Lo importante es tener claro el objetivo que perseguimos como profesionales de la información y no darnos por vencidos en nuestros propósitos.
Buscar la confrontación con los avisadores no es lo mejor, pero tampoco lo es renunciar a lo que creemos de interés para nuestras lectoras. También ellos necesitan que las revistas se lean, y hay temas trascendentes que atraen mucho a las mujeres. Y cuando hablo de trascendentes, no me refiero a la política nacional e internacional con toda la importancia que esta tiene, sino a un ámbito que, por educación, influencia cultural y cualquier otra razón misteriosa, se define como más propio de la mujer: el desarrollo personal y las relaciones humanas. Estas dos áreas, que determinan en gran medida la felicidad de los individuos y el éxito en la vida, influyen en el desarrollo de las empresas y la preservación de la paz mundial. Sin embargo, son consideradas como secundarias por muchos hombres, culturalmente formados para la competencia y la guerra. Por ello, le asignan un espacio en los medios informativos, muy inferior al fútbol, desde luego, remitiéndose a páginas consideradas “femeninas”.
La educación aún no ha integrado estos tópicos en el currículum regular de la enseñanza básica, media o universitaria. Sólo se acude a ellos cuando los conflictos ya están en proceso, para analizar por qué el joven se droga, fracasa en los estudios o es un rebelde empedernido. También los analizan en las empresas cuando las relaciones laborales están muy malas. Igualmente se acude a estos si los matrimonios están ya a punto de separarse. No hay prevención, información de desarrollo individual ni colectivo. En otros países existe una vasta y valiosa literatura escrita por psicólogos, psiquiatras y otros especialistas que podría iluminar las mentes de las personas en conflicto y evitar las catástrofes. La realidad es que pocos las conocen y normalmente las han leído en los medios de comunicación.
En este sentido, el periodismo escrito por mujeres y el dedicado a éstas ha comenzado una labor que, a mi juicio, no debe interrumpirse sino incrementarse. Mi experiencia es que este tipo de artículos, junto con aportar al buen desarrollo humano, gusta mucho a la mujer chilena, por lo que indirectamente beneficia a los avisadores al subir los índices de lectura.
Como éste, hay muchos otros temas que es tarea de las mujeres periodistas poner en el tapete mientras pasa el tiempo necesario para que los hombres los valoren masivamente y se unan a la construcción de una sociedad más pacífica.
Educar para el buen consumo, por ejemplo, puede ser mucho mejor que hacerlo para el consumismo. Y esto no se contrapone con una buena publicidad, como se demuestra en países más avanzados que el nuestro. En un sistema de libre mercado, el consumidor debe asumir su rol para que éste funcione bien. Esto pasa por una educación general al respecto, la que en Chile aún es incipiente, mientras en las sociedades más desarrolladas tiene una importancia decisiva.
En Europa y Estados Unidos, entre otros, existen numerosas revistas que informan sobre calidad, precios y otras materias, que permiten hacer elecciones acertadas de lo que ofrece el mercado.
Hasta el puzzle y el horóscopo, dos de las secciones más leídas en las revistas de cualquier tipo, pueden orientarse a un pensamiento más positivo y enseñar lo que no se aprende en el colegio.
Los temas culturales, de entretención y, tantos otros, que no están necesariamente al servicio de la publicidad, deben proliferar. Especialmente aquellos que inciden en crear una sociedad más respetuosa de los demás, de su posibilidad de pensar distinto y de tantos aspectos que, en definitiva, demuestran el verdadero desarrollo de los pueblos.
Seguramente como periodistas deberemos hacer compatibles los intereses sociales con los de las empresas que financian las publicaciones. Esto no significa entregarnos a su causa sin luchar por elevar los contenidos que determinarán, en parte importante, el pensamiento y la actuación de las mujeres y sus familias en el futuro.
No debemos olvidar que los temas que elegimos para escribir en los medios de comunicación constituyen parte importante de la realidad que la gente conoce finalmente, dando forma a la opinión pública.
La Paz Nuestra de Cada Hora
Según autoridades de alto nivel mundial y representantes de diferentes corrientes ideológicas, una de las áreas en que la mujer y, por qué no la periodista, debería aportar un contenido propio a la comunidad es en la promoción de la paz, un tema tan sensible en la actualidad. Esto sería para contrarrestar la posición guerrera del hombre, ancestralmente educado para esta acción.
Existe un mito griego que deja en evidencia la actitud del hombre y la mujer frente a la guerra. Éste narra que se hizo un concurso para poner el nombre de la capital de Ática. Se congregaron doce jueces para decidir qué cosa era más útil de las presentadas por cada uno de los competidores: “Fue Atenea la que resultó victoriosa, al ser considerado más valioso haber plantado olivos. La rama de oliva es símbolo de la paz y símbolo de la Diosa Atenea y representa la actividad tradicional de las mujeres del lugar: plantar olivos (donde abundaban) y símbolo de la actitud pacífica femenina de la sociedad matriarcal, frente a lo ofrecido por Neptuno que había dado un golpe en el suelo del que hizo salir un caballo (símbolo de la guerra, actividad de varones en esa época y de la actitud guerrera de la sociedad patriarcal). La victoria de Atenea provocó la ira de Neptuno / Poseidón y tuvo consecuencias nefastas. Para calmar a Neptuno, Cecrops, padre de Atenea, tomó la decisión de castigar a las mujeres. Entonces, para desagraviar al Dios se impuso a las mujeres los siguientes tres castigos: a) se les quitó el derecho de votar; b) se prohibió que en adelante los hijos llevaran el nombre de sus madres (matrilinealidad), y c) se les despojó del título de ciudadanas, de manera que quedaran reducidas a ser meras esposas de los atenienses.”[8]
Muchos representantes de alto nivel de instituciones y religiones diversas opinan que la mujer posee aptitudes que promueven la paz y le asignan una función en este sentido.
“Las guerras nacen en la mente de los hombres; es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz. Las mujeres adhieren, con menos facilidad que los hombres, al mito de la eficacia de la violencia y pueden aportar una amplitud, una calidad y un equilibrio de visión nuevos, con miras al esfuerzo común que supone pasar de una cultura de guerra a una cultura de paz”.[9]
“Se reconoce cada vez más que (las mujeres) tienen aptitudes y experiencias que les permiten hacer una contribución en todas las etapas del proceso de paz.”[10]
“La mayor parte de lo amoroso y la ternura queda unido a la mujer, y pasa a definir lo femenino. Lo masculino queda relacionado con la función de lucha contra las adversidades del mundo externo, así como son tareas netamente masculinas la caza y la guerra...[11]
“..Deseo dirigir mi mensaje a las mujeres, pidiéndoles que sean educadoras para la paz con todo su ser y en todas sus actuaciones: que sean testigos, mensajeras, maestras de paz en las relaciones entre las personas y las generaciones.! “[12]
“¡Si todas las mujeres del mundo se decidiesen a construir la paz! Si ellas jamás se omitiesen en esta ingente tarea que la pareja humana debería llevar a cabo: el sueño de la paz, acariciado por todos y todas, seguramente llegaría a convertirse en realidad palpable, mucho más rápidamente...Milenios de ideología patriarcal (es decir, unilateral) fueron milenios de guerras casi interminables. El desequilibrio del mundo, quién sabe, sea el resultado de la exclusión de las mujeres de los niveles de decisión”...[13].
La Media-Educación
El problema de los roles asignados es bastante más antiguo de lo que imaginamos. Mientras logramos determinar si lo que quieren que hagamos coincide con nuestras mayores aptitudes individuales, podemos ejercer lo positivo que se nos ha inculcado por generaciones como algo propio: promover las buenas relaciones humanas y la paz.
Contribuir a formar la mente de los seres humanos para su propia conservación, desarrollo y una vida más grata puede ser una tarea importante para el periodismo. Si bien el rol de esta disciplina no es educador, existen momentos en que la información y la educación se acercan tanto que es difícil establecer una frontera entre ambas. Se educa cuando se da a conocer a través de un medio masivo de comunicación la aparición o recrudecimiento de una enfermedad, sus causas y sus formas de prevención.
También cuando se da a conocer una película o una exposición de arte contando sus orígenes, la historia del autor y el movimiento al cual pertenece. Esto, sólo por dar dos ejemplos simples.
En mi variada experiencia en el campo periodístico, me he dado cuenta que son múltiples las informaciones con contenidos educativos que incluyen los periódicos. Estas abren un espacio de conversación pública que, después de imponerse en la sociedad como algo necesario de ser aprendido, rescata la educación regular. Me tocó vivir esta experiencia en el campo de la ecología, donde inicié en los años setenta la difusión, a través de la revista del Domingo de El Mercurio, de temas de conservación de la naturaleza que ahora se incluyen en los libros de estudio de enseñanza básica y que, en ese tiempo, constituían una novedad de la que pocos sabían.
Formar conciencia de la necesidad de no juzgar al otro, sino comprenderlo en sus acciones, es algo impensable en las publicaciones periódicas de hoy, que destacan cualquier “caída” de las personas y de los personajes públicos, con el mayor escándalo posible, para despertar el morbo de la gente y aumentar los niveles de lectura del medio. Pienso que, pese a todo, podemos hacer algo para que esto cambie y también creo que hay formas más inteligentes de capturar lectores. Estas tienen que ver con cuánto les sirve el medio para solucionar sus problemas prácticos y también los más profundos y existenciales. Creo que la clave del éxito tiene mucho que ver, además, con la entretención e información que damos al público objetivo del medio, pero no puede quedarse sólo en eso.
Público Objetivo: Mujer Chilena
Definir cómo es la mujer chilena resulta ambicioso y prácticamente imposible, si se toma en cuenta la gran variedad socio cultural que existe y los contrastes de su educación. Las cifras pueden ayudar un poco a dilucidar el tema, pero el conocimiento que tenemos los periodistas, que determinamos lo que le gusta al público, es más bien intuitivo. Sin embargo, las publicaciones presentan a las mujeres de un modo determinado por los conceptos generalizados entre editores, en su mayoría, de sexo masculino.
Y ¿qué dicen los medios informativos sobre la mujer en Chile? “Primero que todo, que somos imágenes de portada por nuestros/sus cuerpos. Todas sabemos que una de las maneras de vender diarios, revistas o minutos en la televisión es mediante la cosificación del cuerpo femenino, convertido en objeto de deseo masculino. Luego, que somos imágenes y/o historias en las secciones de menos importancia al interior de los medios: espectáculos o páginas sociales. Aparecemos, entonces, como compañía de, como adorno o destacadas por atributos físicos, sin que se considere el aporte de las mujeres a la sociedad. Aparecen también los discursos en contra de las mujeres o claramente misóginos. En tercer lugar, que lo que nos interesa está contenido en secciones o especiales como son las páginas o suplementos femeninos, donde la realidad política y económica quedan fuera. Me detengo en este espacio "para las mujeres" que ha ido adecuándose a los cambios que hemos promovido y vivido las mujeres. Se orienten hacia mujeres del estrato socioeconómico alto o medio, siempre destacan la doble jornada - y la doble exigencia- de las mujeres: el trabajo y la familia.
Por un lado, se reconoce que estamos en el espacio público pero, por otro, se sostienen roles y visiones tradicionales, como la exigencia de la belleza, del buen vestir, de ser madre, enfermera, cocinera, economista, sicóloga y decoradora. En cuarto lugar - y en realidad es lo más importante, pero no por ello lo más evidente y visible-, que las mujeres no estamos. No somos parte de la jerarquía que se muestra y cuando lo somos, sospechosamente, lo que se dice de estas mujeres no está vinculado a la discusión pública sino a realidades privadas. Ejemplos repetidos son las preguntas a ministras, senadoras, diputadas, alcaldesas, generalas, acerca de cómo se las arreglan con la casa, las hijas e hijos, el aseo, la peluquería. O destacar aspectos secundarios de las mujeres en el poder, como su apariencia física o el gusto por determinadas prendas de vestir, cosas que jamás interesarían en caso de un hombre en estos cargos (imborrable recuerdo la lectura de foto de un vespertino que señalaba que las ministras del gabinete se distinguían ¡por usar minifalda!)”.[14]
La visión de las mujeres no corresponde mucho a la realidad de su vida ni de sus talentos, ni de su aporte a la comunidad.
“El verdadero avance de la mujer en la sociedad, sus logros y sus metas, no son visualizados en su verdadera dimensión. Excluidas por años de la representación como sujetos, regresan a ella como figura, como objeto: las imágenes y figuraciones del cuerpo femenino por sus excesos, han terminado por convertirla en la reina del Eros y en un gancho de la publicidad y el mercadeo”.[15]
Espejo de los Tiempos
La publicidad ha reemplazado, en muchas revistas con un público femenino, el espacio que antes dedicaban a temas de interés para las mujeres por avisos colocados en páginas derechas, las más leídas según las encuestas. Los artículos periodísticos, en cambio, en algunas de ellas están en letra muy pequeña y página izquierda, lo que demuestra cómo el periodismo es, cada vez más, un relleno dentro de estas publicaciones, mientras la publicidad es ahora lo principal. Y no es de extrañar que esto suceda.
Vivimos en un modelo económico distinto, cuya meta primera es hacer negocios en los cuales todos los procesos los manda y regula el mercado y los medios de comunicación son un reflejo de la realidad.
Cuando las mujeres estaban la mayor parte del tiempo en casa, las revistas hablaban de “labores” para que ellas hicieran para su familia, recetas de cocina y uno que otro cuento romántico, que las hacían soñar con que el amor ideal existía y un príncipe, como los de las películas de Disney, las despertaría a la vida con un beso y las llevaría al altar, con lo que solucionaría todos sus problemas.
Posteriormente, en los años sesenta, la mujer comenzó a luchar por sus derechos y por el ejercicio de una sexualidad más parecida a la del hombre. Entonces surgió la revista “Paula”, con artículos tan “audaces“ para esa época como los del uso de la píldora y otros sistemas de anticoncepción. Hoy, cuando la realidad femenina ha cambiado mucho, pocas creen en príncipes encantados y nadie se admira de casi nada.
Se ha entrado en un período de adormecimiento, en el cual lo más importante es comprar e informarse de los chismes de alto nivel, aunque eso no satisfaga en definitiva ninguna necesidad del alma. Se supone, o le conviene a los publicistas darlo como un supuesto, que las mujeres quieren pasar el rato, entretenerse y olvidarse de los problemas que, si tuviéramos otra actitud, tal vez podríamos evitar o solucionar en parte.
El resto de la lectura o de la información masiva está en publicaciones para todos los gustos que se dirigen al hombre, la familia, los aficionados al arte, la jardinería, las manualidades, etc.. En este momento se podría decir que existe menos periodismo femenino concebido en la forma tradicional y muchos periódicos de distinto tipo donde ellas también se informan .
¿Podemos las mujeres de esta profesión aportar algo diferente al periodismo o será éste uno de los muchos “productos light” tan en boga? ¿Necesitan nuestras lectoras un periodismo de un nivel mejor al que hoy existe? Dos preguntas diferentes que convergen en un tema común: periodismo y mujeres. Son éstas algunas de las interrogantes que he tratado de contestar desde un punto de vista personal y de estudiosos del tema.
El debate corresponde a todo el gremio y, seguramente, las respuestas serán muy variadas y aportarán el camino a seguir para nuestra y otras generaciones. Lo importante es discutirlo, pensarlo, decidir un camino propio y no dejarnos llevar por el medio que nos rodea. A lo mejor podemos contribuir, con un pequeño aporte, a la “humanización “ de todos y establecer una paz más duradera.
* Periodista, Licenciada en Comunicación Social, U. de Chile. Profesora Géneros Periodísticos en Escuela de Periodismo U. Santo Tomás
[1] Instituto Nacional de Estadísticas- “Síntesis Censal 2002”; Santiago-Chile, abril 2003. Disponible en www.ine.cl/cd2002/sintesiscensal.pdf
[2] Suárez de Garay, M.Eugenia. “Lo artificial de las diferencias”; Universidad de Granada, Granada-España, 1994. Disponible en www2.udg.mx/laventana/libr2/maru.htrul
[3] Hare-Mustin, Rachel T; Marecek, Jeanne. “Psicología y construcción de los sexos”; Textos Universitarios Herder; Barcelona-España; 1994.
[4] Moya Morales, Miguel. “Los roles sexuales”; en Gazeta de Antropología Nº3; Universidad de Granada; Granada-España,1984. Tesina. Disponible en www.ugr.es/rpwlec/G03-08Miguel_Moya_Morales.html.
[5] Moya Morales, Miguel. “Aproximación psicosocial de los roles sexuales”.Tesina; Universidad de Granada; Granada-España, 1984. Disponible en www.ugr.es/rpwlec/G03-08 Miguel_Moya_Morales.html.
[6] Rodríguez Zepeda, Sofía. “Medios de comunicación y estereotipos”. Instituto Nacional del Distrito Federal de México”; México D.F- México, agosto 2001. ww.inmujer.df.gob.mx/medios/articulos/ago01.html
[7] Rosenzvaig Roberto. “Anorexia y bulimia”; en La Tercera de la Hora ( suplemento “Mujer a Mujer”); Santiago-Chile, 10 agosto 2002.
[8] Cano F.; Martín. “Mitos que recuerdan el matriarcado”. Portal de e-leusis.net: "La Ciudad de las Mujeres en la Red"; 2000 (http://www.e-leusis.net/documentos.asp).
[9] UNESCO “ Manifiesto 2000”, Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer; Beijing-China, septiembre 1995.
[10] Annan, Koffi. "Las mujeres suelen ser las primeras víctimas de los conflictos armados". Mensaje del Secretario General de las Naciones Unidas con ocasión del Día Internacional de la Mujer; marzo 2001.
[11] Borro; Dr. Carlos Enrique. “Apuntes acerca del retorno al matriarcado”. Antropología masónica. www.masonería-argentina.org.ar/simbolo/732001.htm
[12] S.S. Juan Pablo II. “La mujer, educadora para la paz”. Jornada Mundial por la Paz 1995.
[13] Ghisleni; Hna. M° Augusta (FSCJ), “Si todas las mujeres del mundo” ; en revista “Just Good Company”; 2000 (www.justgoodcompany.com/1.1/sitodastext.htm).
[14] Muñoz Castillo, Carolina. “Aprendiendo y enseñando periodismo desde la diferencia sexual”. En segundo “Encuentro de Facultades de Comunicación Social - Cono Sur”; Noviembre de 2002.
[15] Sélum Yabeta Roxana. “Imagen cuerpo y diferencia”; en Sala de Prensa; Año 3, volumen 2; mayo 2001. Web para profesionales de la comunicación iberoamericanos (www.saladeprensa.org).
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