Ética y educación: ¿se enseña con el ejemplo?
La cátedra de ética se enseña en la mayoría de las carreras de las universidades e institutos profesionales, lo cual es muy positivo. Sin embargo, ésta no siempre se aplica allí. Hay ocasiones en que se predica pero no con el ejemplo. Por eso conviene estar alerta y saber distinguir si la entidad que se escoge es realmente de ésas donde se actúa con ética o sólo se tiene ésta como fachada.
Es verdad que en un sistema de libre mercado cualquier persona o entidad puede ofrecer un producto o servicio y el consumidor tiene la libertad de tomarlo o dejarlo. También, que los precios se deben ajustar a la oferta y la demanda. Pero no es menos cierto que para que el sistema funcione bien, debe existir un consumidor informado. Por lo tanto, debe dársele a conocer a quién paga por cierta educación, lo bueno y lo malo que tiene lo ofrecido. Como esto no ocurre en forma natural, porque a nadie que hace un negocio le conviene decir lo malo de lo que ofrece, el consumidor debe preguntar a personas confiables y estar consciente de la necesidad de informarse antes de adoptar una decisión, cosa que en Chile no siempre ocurre.
En este momento, por ejemplo, algunas universidades e institutos profesionales ofrecen carreras que tienen copado su campo de trabajo, pero nadie difunde este problema. Lo saben los que ofrecen el servicio pero, pocas veces, quienes lo adquieren. Tampoco las entidades cierran las carreras sobre saturadas, como correspondería, si se considerara el punto de vista ético.
En muchas universidades e institutos profesionales, mientras existan personas que deseen inscribirse en el estudio de un determinada profesión, ésta sigue funcionando. No importa que éticamente no sea correcto, porque se defrauda al alumno, quién pierde tiempo y recursos, a veces muy escasos, ya que al terminar de estudiar no tendrá el trabajo esperado.
Para contrarestar la disminución de alumnos en estas carreras, se admite a quienes lo deseen y no a quiénes son aptos para ejercerla. Poco a poco, se baja la exigencia de puntajes de ingreso. Se eliminan los exámenes de admisión. Se otorgan hasta tres oportunidades, en algunas universidades, para que los alumnos aprueben sus exámenes: sí o sí. Y lo que es más grave aún, en las carreras que requieren de habilidades especiales para escribir, dibujar o cualquiera otra, éstas no se miden al ingreso, por lo que es casi seguro que el alumno se dé cuenta en medio de la carrera, cuando ya ha pagado mucho dinero, que no es apto para ejercerla.
Como si esto fuera poco, cuando escasean los alumnos, los profesores tienen que visitar los últimos años de los colegios y organizar actividades para convencer a los ingenuos estudiantes que ése es el establecimiento y profesión que soñó.
Por otra parte, cada día se inventan carreras de ayudantes de profesionales y otras que nunca tuvieron estudios especiales y por lo tanto, sus egresados deben competir con muchas personas autoformadas o no profesionales.
La ética aunque se enseña mucho, importa poco en algunos establecimientos educacionales. Y pese a que saben que los alumnos pagarán sus mensualidades en vano, porque no tiene “dedos para el piano” o porque su carrera no ofrece un buen campo de trabajo, los aceptan y los aprueban. Lo que interesa realmente es que entre a la escuela y pague. Lo que pase con él después no es problema suyo. Si repite, mejor. Es un año más que cancela las mensualidades.
No todos los establecimientos son así. Los hay buenos y exigentes, pero el consumidor debe estar alerta, informarse bien para saber distinguir a los más honestos y premiarlos con su elección.
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