10.12.2006

¿Y ahora qué hago?

Al observar las noticias en los medios de comunicación, resulta inevitable sentir junto a sus protagonistas, las emociones e impactos que les producen las tragedias o acontecimientos graves que pueden reorientar su vida para siempre.

Los cambios pueden plantearles sin duda muchas preguntas, más aún si son inesperados: ¿Por qué me pasó a mí, que actué tal “como debía”? ¿Valió la pena sacrificarse tanto para que después les pasara ésto? ¿Lo hice bien?

Además de analizar las razones de lo ocurrido y cuestionarse, los afectados se enfrentan a la pregunta ¿qué voy a hacer ahora? Sienten que su vida está frente a una página en blanco y todos sus proyectos, de un minuto a otro, se desvanecieron. Su sufrimiento también hace pensar a los televidentes o lectores, que harían si fueran ellos los protagonistas de esos hechos.

Encontrar la respuesta frente a un cambio puede ser un proceso difícil, especialmente si se cree que los principios que guiaron las acciones pasadas fracasaron, al no obtener los resultados esperados. Por distintos caminos y situaciones, los afectados y quienes los observan pueden llegarse a plantearse ¿qué hacemos ahora para darle un sentido a la vida? Como las necesidades del espíritu son absolutamente individuales, cada uno tiene la respuesta y no es posible que otro se la dé.

Detenerse en la carrera diaria y pensar qué hacer de ahí en adelante no sólo es bueno cuando sucede una tragedia. Es algo que debería hacerse cada cierto tiempo para ir por el camino que más nos ajusta y hace felices. Es bueno preguntarse cada cierto tiempo: ¿Estoy contento con mi actual forma de vivir? ¿Me gustaría hacer algunos cambios? ¿Cómo lleno mi día con actividades que me den satisfacción espiritual? ¿Por qué camino oriento mi futuro?

Las personas reflexivas muchas veces se formulan estas preguntas. Otros, en cambio, dejan que el tiempo se vaya entre sus manos sin más inquietud que resolver los problemas día a día, comer, beber y, de paso, respirar.

Quijotes y Sanchos marchan por el mundo hasta que algo externo e impactante puede cambiar sus vidas. También, puede sumirlos en la impotencia o la depresión, si no se replantean el camino y hacen, como tanto dicen los empresarios, de la crisis una oportunidad.

Todo depende de la reacción frente a los hechos. No de lo sucedido.