10.27.2005

Cirugía y medios de comunicación

Una cirugía estética o de cualquier otra índole, puede llevar a la muerte, si es practicada por manos inexpertas, con criterios sólo comerciales. Casos como el del médico ecuatoriano que operó a una paciente, sin estar preparado para ello, se repiten con cierta frecuencia.

Los medios de comunicación se relacionan con estos temas desde diversos puntos de vista: los difunden como noticias policiales; permiten a cualquier persona, sin verificar su calidad profesional, que pagando el espacio publiciten su “exitosa” trayectoria; promueven figuras esteticamente “ideales”, con parámetros fijados muchas veces, sólo por los intereses de las industrias que se mueven tras estos temas.

En todos los casos, los medios informativos son un espejo de la sociedad en que se desenvuelven. Y está claro que lo más importante del momento actual, no es tener una vida mejor sino vender.

Difundir casos policiales y darles características de escándalo está de moda porque, según dicen, vende más. Por esta misma razón, los medios informativos, abren sus puertas a quien lo desee, para que publique como noticia lo que no es. Así puede un médico falso o con poca calidad profesional, aparecer como muy bueno, si paga una crónica que afirme su prestigio. Por otra parte, si las empresas interesadas en promover el consumo de adelgazantes u otras similares, cancelan altas sumas de dinero por decir que debemos ser flacos, los medios informativos se preguntan: ¿Qué malo tiene difundir eso?

Desde todo punto de vista lo que manda es “ Don Dinero” y éste es el “poderoso caballero” que mueve el accionar de nuestra sociedad y nos hemos acostumbrado a que sea normal.

Afortunadamente, todavía no es normal que los médicos, utilicen un medio de comunicación como Internet para aprender, con un método “express”, a hacer un nuevo tipo de cirugía. Antes que esto suceda, deberíamos recuperar nuestra capacidad de asombro y oponernos al imperio que cada día se extiende más de este “poderoso caballero”.

10.24.2005

Terror televisivo y salud mental

Los noticieros de televisión se encuentran empeñados en aterrorizarnos. Como si no bastara con mostrar los aspectos más siniestros de los crímenes y asaltos; el relato detallado de los sufrimientos de las víctimas de terremotos y tifones, prolongan por semanas estos acontecimientos, en la agenda noticiosa.

La última forma de sembrar el terror es hablar horrores de la gripe aviar, una enfermedad que aún no ha llegado, ni se ha traspasado masivamente al hombre; que, además, no tiene vacuna y frente a la cual no podemos hacer absolutamente nada.

Sólo pueden actuar, y en forma limitada, las autoridades de salud y éstas ya estaban informadas y preparándose para enfrentar el posible problema.

¿Cuál es la idea de aterrar a la población contandole que podrían morir miles de personas entre los que se cuentan ellos y sus hijos, por supuesto? ¿Para qué crear el pánico en Chile por esta causa, cuando es imposible que los teleauditores hagan nada al respecto?
Si realmente les importa la salud, debían preocuparse de mantenerl sin tanta tensión a sus teleauditores.

Al día siguiente que uno de los noticieros centrales creaba una alarma tremenda por la posible pandemia, en el principal diario de Santiago, el tema sólo era una pequeña noticia de página izquierda y abajo.

Hace ya meses, varios de nuestros amigos decidieron reemplazar los noticieros matinales de televisión por el diario o Internet, para iniciar la mañana con cierta tranquilidad. Ahora están a punto de apagar el televisor, donde por años se acostumbraron a ver las noticias. También es posible que me sume a ellos.

Informarse por otros medios permite conciliar el sueño y no enfermarse de los nervios. Tal vez sea eso lo que los canales esperan, que todos los chilenos, apaguemos el televisor para no tener que ir en masa a terapias, tradicionales o alternativas, para disminuir las tensiones.

10.13.2005

Cuando las palabras sobran

Más allá de la pobreza y la incorporación de localismos de grueso calibre, en el lenguaje de los medios de comunicación, hoy aumentan las palabras mal usadas o sobrantes. Tal vez, una parte del problema sea la inexperiencia de las nuevas promociones de periodistas. Aquellas que muchos medios informativos contratan en cargos para los que aún no están preparados, por economizar en remuneraciones, reemplazando a quienes tienen experiencia.
La economía, a simple vista, parece muy mal entendida. Si la miramos sólo por sus costos en dinero, habría que preguntarse cuánto le significa a un periódico o canal de televisión u otro medio, que una noticia que se puede decir en un número de caracteres o de minutos determinados, se diga en otro mucho más extenso. Podría rebatirse este argumento diciendo que los periodistas deben ajustarse a un largo establecido de las informaciones por lo que aunque usen más palabras que las indispensables el espacio destinado a la noticia no aumentará. Sin embargo, existe una pérdida evidente de la calidad de lo que un medio informa, ya que por mal manejo del lenguaje de su equipo de redacción, informará menos a sus lectores, auditores o teleauditores. También impactará poco con titulares muy extensos o dejará la sensación en su público de leer o escuchar noticias con poco contenido y mucho “bla-bla”, como se dice en lenguaje común.
Analizando textos de los medios informativos, en conjunto con los alumnos de periodismo de una universidad, encontramos fácilmente en los diarios de ese día, muchísimos ejemplos de frases que normalmente sobran al formar un texto. Éstas sólo ocupan espacio de alto costo, sin aportar nada a lo que se quiere decir.
Escogimos por ejemplo, la expresión: “lo que es”, tan usada. Porque, gracias al problema que analizamos, ahora no se dice: “Estamos en la plaza de Armas “ sino “Estamos en lo que es la Plaza de Armas”; se usan también con profusión frases fácilmente eliminables como: “el hecho de que”; “en el marco de” y otras similares que pueden, generalmente, retirarse enteras del texto o reemplazarse sin que éste cambie de sentido. La lista es larga y ocupan un espacio que vale oro.

El uso de un lenguaje directo, en que todo se diga con el mínimo de palabras, hace fluir la lectura. Las palabras que sobran, en cambio, “acartonan” el texto y lo transforman en un mal discurso, de esos que deseamos termine pronto.
Los estudiosos del proceso de comunicación recomiendan que el mensaje se codifique en forma clara, precisa y concisa, para que el destinatario lo entienda bien. Si los profesionales en práctica o recién egresados, aún no están preparados para trabajar con esa calidad de lenguaje, alguien experimentado debe editar sus errores, normales en esa etapa de la profesión. Hoy no siempre sucede esto ya que se ve con frecuencia a alumnos en práctica dando las noticias, en directo, en la televisión, editando o titulando, con largas frases que no saben acortar.
El periodismo chileno debería cuidar más su lenguaje, no sólo del uso de localismos que nos aíslan del resto del mundo, sino también de esa serie de palabras sobrantes que se difunden. Estas pasan al hablar de la gente y se multiplican en el lenguaje común, por medio de quienes se alimentan de los medios de comunicación, desmejorando y empobreciendo el idioma.

10.12.2005

El síndrome de Arturito

Las historias están de moda y eso tiene mucho que ver con la forma que se enseña a hacer periodismo en la actualidad. Ya no importa, como antes, lo que ocurre a la mayoría. Tampoco, tratar los temas trascendentes, que mejoran la vida de la sociedad. Lo que interesa es contar casos, a veces muy poco representativos, de personas que vivieron una situación determinada, lo más trágica posible.
Poco interesa, por ejemplo, que la delincuencia se mantenga, disminuya o aumente en cifras globales. Lo que se destaca es el caso, posiblemente aislado, de Perla que fue asaltada en su domicilio. Se relata cómo lloraba ese día, y ojalá se acerca el micrófono al máximo, para que se sienta su llanto desesperado. Al día siguiente, se cuenta otro caso dramático, entrevistando a Rosario o José. Y así de tanto sumar relatos, que pueden ser de una minoría, se construye una realidad distorsionada.
No es de extrañar entonces el tratamiento que ha recibido “Arturito”, ese magnífico descubridor de lo oculto. Cómo no pueden preguntarle lo que siente, queda fuera de la noticia lo más importante de su existencia, a juicio de los medios. Tal vez por eso, pocos de éstos nos dan a conocer el milagro tecnológico que permitió crear este ser capaz de descubrir tesoros gigantescos o pruebas importantes para casos policiales. No se cuenta sobre él cómo fue construido, quiénes están detrás de su genialidad o de sus destrezas ni la trascendencia para el país, del desarrollo de robots de este tipo. Lo único que se destaca en los diarios es su historia farandulera: lo puntual que provoca controversias. Les interesó, por ejemplo, dar a conocer que los colonos de Villa Baviera están molestos porque Arturito les quitó el protagonismo en el descubrimiento de las armas. También atrajo la intención de los medios, la batalla que se anuncia entre quienes luchan por quedarse con los bienes que se encuentren, fruto de su accionar, en la Isla de Juan Fernández, pero ¿quién informa realmente lo bueno del robot TX araña?
Lo mismo que sucede a Arturito, le pasa a muchos chilenos. No importa hoy la calidad de lo que hacen, el esfuerzo que desarrollan al servicio de los otros. Los valores que tengan. Sólo hacen noticia los rumores que puedan involucrarlos en algún tipo de escándalo. El juego es agrandar lo negativo aún en sus acciones más simples y también, las desgracias que les ocurren.

La forma actual de hacer periodismo, en su mayoría, dista mucho de la función social propia de esta disciplina. Salvo escasas excepciones, se distorsiona la realidad y se distrae de los problemas de fondo, desinformando. Hace creer a las personas que lo intrascendente es importante, que lo aún no comprobado es cierto. Concentramos la atención en lo mínimo, mientras lo importante pasa al último lugar.

Vivimos como sociedad el drama de Arturito: nadie se fija en lo positivo que hace, ni en lo trascendente que puede ser su existencia sino sólo en las rencillas que crear su accionar.

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