10.13.2005

Cuando las palabras sobran

Más allá de la pobreza y la incorporación de localismos de grueso calibre, en el lenguaje de los medios de comunicación, hoy aumentan las palabras mal usadas o sobrantes. Tal vez, una parte del problema sea la inexperiencia de las nuevas promociones de periodistas. Aquellas que muchos medios informativos contratan en cargos para los que aún no están preparados, por economizar en remuneraciones, reemplazando a quienes tienen experiencia.
La economía, a simple vista, parece muy mal entendida. Si la miramos sólo por sus costos en dinero, habría que preguntarse cuánto le significa a un periódico o canal de televisión u otro medio, que una noticia que se puede decir en un número de caracteres o de minutos determinados, se diga en otro mucho más extenso. Podría rebatirse este argumento diciendo que los periodistas deben ajustarse a un largo establecido de las informaciones por lo que aunque usen más palabras que las indispensables el espacio destinado a la noticia no aumentará. Sin embargo, existe una pérdida evidente de la calidad de lo que un medio informa, ya que por mal manejo del lenguaje de su equipo de redacción, informará menos a sus lectores, auditores o teleauditores. También impactará poco con titulares muy extensos o dejará la sensación en su público de leer o escuchar noticias con poco contenido y mucho “bla-bla”, como se dice en lenguaje común.
Analizando textos de los medios informativos, en conjunto con los alumnos de periodismo de una universidad, encontramos fácilmente en los diarios de ese día, muchísimos ejemplos de frases que normalmente sobran al formar un texto. Éstas sólo ocupan espacio de alto costo, sin aportar nada a lo que se quiere decir.
Escogimos por ejemplo, la expresión: “lo que es”, tan usada. Porque, gracias al problema que analizamos, ahora no se dice: “Estamos en la plaza de Armas “ sino “Estamos en lo que es la Plaza de Armas”; se usan también con profusión frases fácilmente eliminables como: “el hecho de que”; “en el marco de” y otras similares que pueden, generalmente, retirarse enteras del texto o reemplazarse sin que éste cambie de sentido. La lista es larga y ocupan un espacio que vale oro.

El uso de un lenguaje directo, en que todo se diga con el mínimo de palabras, hace fluir la lectura. Las palabras que sobran, en cambio, “acartonan” el texto y lo transforman en un mal discurso, de esos que deseamos termine pronto.
Los estudiosos del proceso de comunicación recomiendan que el mensaje se codifique en forma clara, precisa y concisa, para que el destinatario lo entienda bien. Si los profesionales en práctica o recién egresados, aún no están preparados para trabajar con esa calidad de lenguaje, alguien experimentado debe editar sus errores, normales en esa etapa de la profesión. Hoy no siempre sucede esto ya que se ve con frecuencia a alumnos en práctica dando las noticias, en directo, en la televisión, editando o titulando, con largas frases que no saben acortar.
El periodismo chileno debería cuidar más su lenguaje, no sólo del uso de localismos que nos aíslan del resto del mundo, sino también de esa serie de palabras sobrantes que se difunden. Estas pasan al hablar de la gente y se multiplican en el lenguaje común, por medio de quienes se alimentan de los medios de comunicación, desmejorando y empobreciendo el idioma.