La teoría de la relativa-edad
En las noticias aparecidas en los últimos días llama la atención cómo la ciudadanía solicita a un ex presidente, Ricardo Lagos, de 68 años, que regrese a asumir sus funciones el 2010. Si quienes contratan personal y excluyen a los mayores de 35 años de cualquier trabajo, observaran este fenómeno, talvez se detendrían a repensar el tema.
El éxito que muchos reconocen en la gestión de un adulto mayor como Lagos o de un Andrés Zaldivar, recién nombrado Ministro del Interior o de los Papas, elegidos, normalmente, entre personas de edad más avanzada, contrasta con las normas de aceptación que determinan los jefes de personal o de cualquier otro mando medio, para cargos de mucho menor complejidad e importancia. Quizás porque por pertenecer a un grupo etario que recién comienza su vida, aún no alcanzan a tener la suficiente sabiduría y capacidad intelectual para reconocer estas cualidades en otros que sí las tienen. Por eso, simplemente,los descartan.
Las posibilidades de obtener una plaza laboral disminuye a medida que pasa el tiempo y resulta casi imposible que un adulto mayor, por experimentado y capaz que sea, tenga acceso a actividades remuneradas que les permitan desarrollar sus talentos en forma estable. Curiosamente, este grupo etario tiene grandes ventajas sobre los jóvenes. Entre ellas que cuenta con el tiempo y el deseo de dedicarse por entero a ejercer su labor, sin distracciones ni responsabilidades ajenas a lo laboral.
Pasados los sesenta años,las mujeres no se embarazan, los hijos ya son independientes y no requieren de su cuidado. Hombres y mujeres tienen una vida personal y familiar estable, sin muchas otras actividades que los aparten del ejercicio de su profesión u oficio. Además, poseen mayor experiencia, sabiduría y calificación que las personas muy jóvenes o de edad media. La vida les ha enseñado a tomar decisiones y a ejercer con mayor destreza las habilidades, adquiridas y perfeccionadas durante años. Como si esto fuera poco, no exigen un cargo de planta porque la mayoría ya cuenta con una pequeña jubilación.
Pese a todas estas ventajas los adultos mayores que desean o necesitan trabajar son excluidos sistemáticamente de cualquier posibilidad de contratación permanente o a honorarios.
¿Cómo es posible que con ejemplos tan evidentes como los antes señalados se siga discriminando de los trabajos a las personas mayores que los desean o necesitan? ¿Por qué se les condena a la inactividad y, en muchos casos, a la pobreza eterna? No todos pueden o quieren dedicarse a hacer turismo y actividades recreativas como les indica la sociedad.
Si no se adoptan medidas al respecto, muy pronto los jóvenes que determinan las políticas de contratación de hoy ya no lo serán tanto y caerán en su propia trampa. Además, los que aún ejerzan un trabajo tendrán que hacer un gran esfuerzo para mantener a una población de tercera edad creciente, a la cual no se le permite autofinanciarse.
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