1.22.2006

¿Estilo masculino o femenino?

Una carta al director aparecida en un importante diario de la capital se preocupaba de un tema que en los últimos días emerge: ¿debemos tratar a la primera mandataria electa como la presidente o la presidenta? Y explicaba que cualquiera de las dos formas era correcta.

Aunque este es un tema menor, marca el inicio de los cambios que el país afrontará con un gobierno femenino. Estos tienen relación, entre muchos otros, con el estilo de mando de las mujeres que, normalmente, no imponen por la fuerza, sino escuchan a los demás y cuando deciden cuál es su actuar correcto, negocian o usan “la muñeca” para convencer con argumentos. De esta forma logran lo que se proponen, sin llegar a la guerra. No en vano la historia dice que en las sociedades matrarcales ésta apenas existió.

Un estilo diferente siempre constituye una esperanza de cambio en una sociedad que más allá de sus logros económicos, no avanza lo que quisiéramos, en su solidaridad y trato digno de las personas. Esto, principalmente, por el privilegio del tener sobre el ser.

La visión masculina imperante por siglos, hasta ahora no ofrece la tranquilidad ni el bienestar real que permite vivir sin estrés, con tiempo para disfrutar de la familia, los amigos, la naturaleza y todo lo bueno que ofrece este mundo. Aunque no todos los hombres actúan así, ni todas las mujeres se apegan a su ser femenino.

La buena convivencia, la solidaridad, el sentido de lo humano, el mundo del afecto que supera al del dinero es algo que está en retirada en nuestra sociedad.
Hace falta por lo tanto una forma diferente de ver el mundo, procedente del acogimiento del hogar. Si esta procede de quien ejerce la primera magistratura del país, puede producir ese cambio fundamental que necesitamos. Aunque es un camino muy difícil de recorrer.

Una Presidenta criticada por no definir anticipadamente su posición frente a los problemas y decir que en cada caso escuchará, evaluará y después tomará decisiones, puede variar de manera importante la realidad actual en la que poco importa lo que los demás piensan.

Independiente de su ideología, cualquiera Presidenta Electa que aplique un estilo femenino de gobierno, basado en una sensibilidad más fina y en una intuición que le permite saber qué hacer y en qué momento, sin guiarse por los consejos de un partido político, deberá vivir momentos muy difíciles que posiblemente la hagan cambiar su manera de presentarse frente a la sociedad.



El gran peligro para su gestión es que para sobrevivir en esta sociedad deba abandonar su esencia, como lo han tenido que hacer muchas mujeres que ejercen cargos públicos, y termine por adoptar el estilo masculino de sus antecesores. Todo ello por la presión ambiente, por la ancestral costumbre de tener un gobierno más guerrero y desafiante.

Esa manera de hacer las cosas, a las que ya estamos acostumbrados, y algunos añoran, en que se goza del poder y de la fuerza, no respeta el pensamiento de otros y menos aún llega a consensos. Ese mundo en que las ideas distintas se consideran un delito en vez de una forma de enriquecer el pensamiento, piensa también en el castigo para los que son diferentes.

¿Podrá la primera Presidente o Presidenta de Chile, mantener su estilo más acogedor y equilibrado de hacer las cosas?