El doble estándar ¿en retirada?
La discusión pública sobre la entrega de la píldora del día después a las personas de escasos recursos, muy poco tiene que ver ya con el tema del aborto. Si así fuera, se debería prohibir la venta en farmacias de este producto. Por eso, parece más bien un reflejo del doble estándar tan característico de los chilenos. Aquel en que se dice que las cosas se pueden hacer, siempre que nadie se entere, que no sea algo oficial.
El tema en debate me recuerda otra discusión, la de los años sesenta. Se cuestionaba entonces la píldora anticonceptiva que hoy una mayoría usa, sin que nadie hable de aquello ni tenga problemas de conciencia. Muchas católicas de entonces, sin embargo, pasaron años sin comulgar, porque en esos tiempos usarla, dentro o fuera del matrimonio, era pecado mortal. Curiosamente, sin mediar cambios oficiales de la postura eclesiástica, “ya no es tema”, como dicen los jóvenes.¿La evolución social supera las reglas o éstas no tenían un fundamento suficiente para ser defendidas?
Algo similar sucede con el divorcio. Mientras en nuestro país los que viven este drama y rehacen su vida no pueden comulgar, en países europeos como Alemania, por ejemplo, “ya no es tema” y la mayoría recibe el sacramento sin cuestionarse. Quizás porque, como una vez me comentó un sacerdote muy chileno:“Si las personas lo deciden a conciencia pueden comulgar pero con discreción, para que otros no se escandalicen. Yo no puedo autorizar oficialmente”.
Muchas cosas son así en Chile y no sólo en la iglesia católica, no se pueden autorizar oficialmente. Es un problema de la sociedad. Y antes era peor.
Antiguamente, los mismos que se horrorizan hoy del “libertinaje de los jóvenes”, eran iniciados por sus padres y practicaban, por años, el amor pagado. Despreciando, eso sí, a las prostitutas con que lo hacían. Y continuaban más tarde con relaciones paralelas a su matrimonio, lo que la sociedad no sólo no censuraba sino convertía en un prestigio masculino. Curiosamente, el mismo hecho, en una mujer, podía ser su peor estigma, porque ella debía ser virgen hasta casarse o pasaba al rango de “perdida”.
Esta desequilibrada realidad era aceptada socialmente, sin reparos, y los que cautelaban la moral pública “hacían la vista gorda”, tal vez superados por la realidad.
La sociedad chilena ha cambiado pero no siempre en forma positiva. No ha dejado de hacer nada de lo que antes hacía. La diferencia es que ahora ambos sexos lo hacen sin pago de por medio. Y si no lo cree, observe los avisos en diarios o infórmese del gran número de moteles y similares que funcionan“a tablero vuelto” en horarios de oficina.
La mujer se cansó de ser engañada y decidió entrar en el juego, haciendo una vida similar a la del hombre.
Pero no todo es negativo desde la mirada de la honestidad, aunque si de las consecuencias que produce. Existe otro grupo, que no engaña a su pareja y para evitarlo, se separa antes de iniciar otra relación y otros pocos que luchan por mantener la estabilidad matrimonial para ser realmente felices, sin trampas que dañen a nadie de la familia.
El doble estandar en Chile también se da en temas como la pedofilia. No importa tanto lo que sufren los niños- víctimas. Todo se concentra en proteger la imagen pública de los hechores, especialmente si se trata de figuras políticas o de relevancia moral.
En el caso de la píldora del día después, el doble estandar se da de una forma muy peculiar. Los que pueden comprarla y la adquieren, se horrorizan de que a otros, más pobres, se les entregue gratis. Y lo peor que encuentran es que esto se de a conocer oficialmente. La discusión ya no se centra en si realmente es una forma de aborto, al cuál personalmente me opongo. Lo que ahora se debate, en el fondo, es sí la píldora se puede regalar así, tan abiertamente, sin los tapujos e hipocresías a las que estamos acostumbrados.
Una realidad tan curiosa como las anteriores. Típica del doble estandar de los chilenos.
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