9.01.2006

La necesidad de dar frutos

En un país como Chile, donde los escritores son los que menos se benefician económicamente de la venta de sus propios libros, siguen surgiendo talentos casi por inercia: porque sus razones no tienen que ver con el dinero, sino con su naturaleza creadora, que los impulsa a dar frutos.

Para ellos es importante saber, al menos, que existe otro grupo que se mueve con similares motivaciones: el de quienes sienten la necesidad de leer y no tienen dinero para adquirir libros, por lo que los solicitan en las bibliotecas.

Ambos grupos han celebrado con alegría los diez años de existencia del Bibliometro, período en el cual este sistema ha prestado más de un millón y medio de libros a lectores que no sólo los devolvieron a tiempo, sino a veces los entregaron forrados, para que tuvieran la mayor protección posible.

El proyecto crece junto con las estaciones del Metro. Esto demuestra que no es falta de interés por leer sino el alto precio, lo que hace que los chilenos no compren muchos libros.

Cada vez que se habla de este tema, inmediatamente se destaca la necesidad de quitar a estos productos el Iva, medida que bajaría un poco su valor. Pero nadie comenta, tal vez por desconocimiento, el recargo enorme que aplican a su precio inicial, los locales que los venden.

Después del largo proceso que implica crear una obra, escribirla, corregirla muchas veces, diagramarla e imprimirla, financiando la totalidad de los costos de los profesionales e insumos, los editores obtienen el valor final del producto. Entonces llega el momento de la distribución y la librería o local de ventas, normalmente, duplica esta suma y, además, le agrega el Iva. De esta forma, un libro cuyo valor final es de cuatro mil pesos, se vende en ocho mil pesos más Iva al comprador final.

Los derechos de autor que se dicen defender impidiendo el “pirateo” son, en su mayoría, irrisorios. Si el libro lo costea una editorial, probablemente, le corresponda a quien lo escribió, el 10% de la ganancia obtenida por ésta al entregarlo a librería, una vez descontado el valor de impresión, diagramación y otros. Lo que quiere decir el 10% de casi nada.

El esfuerzo de escribir y corregir, que dura meses o años, es muy poco valorado. Y si los escritores siguen creando sus obras es por naturaleza: no pueden evitarlo. Son como los árboles que dan sus frutos sin preguntar en cuánto los van a comercializar. Además, cuando tienen éxito, se siente contentos y, si se hacen famosos, disfrutan de lo positivo y negativo que tiene transformarse en un personaje público.
La mayor satisfacción a la que puede aspirar un escritor chileno es, aparentemente, sentirse valorado por sus lectores. Y leído por aquellos que visitan las bibliotecas y el Bibliometro.