El placer de lo bello
Más allá del nivel cultural de las personas, que puede o no influir en la apreciación del arte, la sensibilidad natural permite el goce de lo bello aún sin educación previa. Pensaba en eso, esta semana, mientras veía un magnífico espectáculo artístico que el Ballet Nacional Chileno acaba de estrenar en el Teatro de la Universidad de Chile.
¿Por qué privar a las personas comunes de disfrutar esa belleza? Esa que va más allá de un cuerpo perfecto, que es lo único que se exhibe profusamente en los medios de comunicación.
Obras que mezclan el canto popular, el ballet moderno y la poesía, como es el caso de “Valparaíso vals”, transportan al público al ambiente de los locales del puerto, con sus cantos típicos, incorporando a la vez el ballet y la poesía, que deberían estar al alcance de todos. Su difusión masiva es un derecho de la gente y no sólo de una élite que, por su formación cultural, sabe que este placer existe y lo busca.
Son muchos los que están cansados de ver en televisión abierta y, a veces hasta en el teatro, sólo espectáculos burdos. Dentro de este público, hay personas descontentas por intuición, pese a que no saben a ciencia cierta cuánto es el goce de lo bello que se pierden.
Parece egoísta seguir para siempre alimentando de “comida chatarra” a un público que podría disfrutar de un menú más fino y conocer el placer que este puede darle. Y hablo en términos culinarios porque es tal vez lo único en que la televisión estimula el refinamiento, movido por el interés de vender ciertos productos.
¿Por qué no romper el círculo vicioso y entregar al que aún no se ha refinado, todo aquello con lo que logrará este objetivo? ¿ Por qué no intentar una experiencia como la del maestro de música de la película “Los Coristas”, que logra hasta el milagro de rehabilitar a los jóvenes más rebeldes por medio del arte?
El placer de lo bello es universal y debe masificarse. La televisión podría hacerlo, si quisiera.
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